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RETRATOS HABLADOS

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* Es como volver a empezar

 

Pocas actividades tan detestables, pero con tal poder para definir el futuro no de un individuo, sino de una sociedad en su conjunto. Hablamos de la buena y la mala política, que pareciera nunca pueden presentarse una sin la otra. A donde quiera que camine un pueblo, una nación, tendrá que tener como guía o ciego al frente, a un hombre de poder.

            Cuando quien lo tiene en sus manos reúne el requisito fundamental de quien trasciende por necesidad, que es la honestidad intelectual y pecuniaria, estamos ante un hecho histórico, aquí sí una verdad histórica que marcará por décadas al país que tuvo la fortuna de contar entre sus dirigentes a un personaje de este calibre.

            Casi siempre ocurre lo contrario, y por salud mental debemos acostumbrarnos a esperar hasta el ocaso de nuestras vidas, ser testigos por lo menos de un caso como el señalado. A veces, puede que sea el caso de quien escribe, se ve llegar la edad adulta que tiende a la vejez, sin ya la esperanza de haber visto en su historia personal un nuevo pasaje de grandeza.

            Sin embargo lo más penoso es cuando uno decide hacerse el mudo, callar porque no hay esperanza de ningún tipo, y callar es morirse, y morirse es llegar al final de cuentas al olvido que tanto espanta.

            No pronunciar, no trasladar la palabra al papel, a la pantalla de la computadora primero, es jugar el viejo rito de esperar que lo callado desaparezca por ese simple hecho.

            Resulta que no es así, que hacerse a un lado desemboca en hacer poco menos que una labor penosa y vergonzosa de complicidad con aquel nuestro que acostumbró callarse la boca cuando niño y adolescente, sin saber que era presa de lo que ahora llaman buylling, pero que en términos concreto era ser presa de los gandallas, sin chistar.

            Haber decidido cancelar hace unas semanas esta columna me remitió, en estos días de zozobra y tormenta espiritual, al que fui y no deseo volver a ser nunca en mi existencia.

            Por eso aquí de nuevo, porque es deber primero conmigo escribir de lo que veo, de lo que padezco como miles y miles de mexicanos. Porque es un deber primario del que observa señalar, subrayar los caminos errados para que el poderoso tenga la posibilidad de enderezar el rumbo.

            Si asume que quien no coincide con su visión del mundo es enemigo; lamentable, pero allá él, ella o quienes sean.

            No hay poderosos vestidos de un solo color o colores. Los poderosos aparecen por todos lados, y si son la posibilidad de un momento histórico de decencia en la vida del país, desde un espacio como el que usted lee será menester invocarlos para que se mantengan en esa vía.

            Si no lo son, deberán saber que cada día crecen y crecen los lugares donde voces comprometidas con la posibilidad de un país mejor se los harán saber.

            Regresar es como volver a empezar.

            A lo mejor sin los lastres del desencanto, pero sí con la certeza de que se sabe por experiencia que ningún logotipo político, sea de izquierda, derecho o centro, garantiza ni bondad, ni maldad.

            Esa es la realidad.

            Lo oficial no es sinónimo de maldad, como tampoco la palabra con la que algunos gustan llenarse la boca al llamarse independiente, bondad.

            Cada cual.

            Pero era deber estar de nuevo aquí, con ustedes… además, porque yo me lo pedí.

            Le invito a leerme en este espacio de RETRATOS HABLADOS los días lunes, miércoles y viernes de cada semana. En tanto LAGUNA DE VOCES aparecerá los martes y jueves.

            Por hoy mil gracias, y nos leemos el próximo miércoles.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta