RETRATOS HABLADOS

    •    Raúl Arroyo


Conflictos que jamás son resueltos de manera definitiva son elemento fundamental para que la vida política se desarrolle en cualquier nación, afirmaba el politólogo italiano Norberto Bobbio. Si acaso existirán soluciones momentáneas, treguas y tratados de paz más duraderos que son las constituciones, puntualizaba el sabio que en una de sus últimas entrevistas sentenció: “en la vejez cuentan más los afectos que los conceptos”.
    Sin conflictos se registra una parálisis en el ejercicio de la política. A la debacle del Revolucionario Institucional, seguirá con toda seguridad la de Morena, y los personajes casi divinos que son objeto de todo tipo de halagos, recibirán en un futuro nada lejano la condena, el oprobio, la muerte en vida del que se atrevió a plantear un cambio total para acabar como al principio.
    Los ejes de la carreta de la política deben rechinar, trabarse, quebrarse incluso, pero nunca transitar por el camino sin problemas de ningún tipo, porque a la postre eso lleva a que la rueda finalmente se quede parada y ponerla en marcha cuesta, y cuesta mucho.
    Hoy mismo a nivel estatal los conflictos se mantienen a la orden del día, con movimientos en el tablero de ajedrez que por el momento dejaron sentir una tregua aparente entre el gobierno de Omar Fayad Meneses, y el Grupo Universidad, liderado por Gerardo Sosa Castelán, quien habría girado órdenes precisas para que en el medio impreso de su propiedad bajaran la intensidad de ataques contra quien considera su enemigo.
    Hay coincidencia en señalar que la llegada de Raúl Arroyo a la Procuraduría General de Justicia del Estado, es una de las acciones mejor pensadas, por todo lo que representa quien debió haber sido rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, pero que fue obstaculizado abiertamente por el jefe mayor del grupo político que controla la institución, de tal modo que prefirió decir adiós a la Casa de Estudios en donde desempeñó prácticamente todos los cargos.
    Con toda certeza uno de los intelectuales reales con que contaba la UAEH, Raúl Arroyo dijo adiós cuando supo con absoluta certeza que nunca llegaría a la rectoría, primero porque jamás aceptaría ser un simple “gerente” como lo han sido Juan Manuel Menes, José Alberto Flores Álvarez, Humberto Veras Godoy, entre otros; y ahora Adolfo Pontigo Loyola.
    Y segundo, porque si algo ha distinguido la designación directa que ha hecho Gerardo Sosa para ocupar el cargo, es que bajo ninguna circunstancia lo rebasen en nivel intelectual o de presencia en la institución. Está claro que Arroyo representó por lo anterior  un riesgo que no estaba dispuesto a correr.
    Súmelo a una capacidad cierta para ejercer con autoridad el cargo, y estamos ante un Procurador de Justicia que conoce a fondo las leyes, pero que sobre todas la cosas sabe aplicarlas cuando es necesario. De tal modo que el mensaje es claro para quien no tenga la conciencia tranquila.
    Todo lo anterior forma parte de los conflictos que en términos reales dan dinamismo a la política, permiten que se desarrolle. Cuando estos conflictos son llevados por buen camino, con inteligencia y no intolerancia, es posible que la constancia del tiempo no sea tan negativo para el ciudadano.
    No siempre el conflicto es parte negativa de la vida política de un país, un Estado.
    Lejos de ello nutren sus posibilidades que le puedan hacer derivar en aquellos cada vez de mejor nivel, de mejor perspectiva.
NB. Estamos de regreso. La historia parece que será siempre la misma, y el ausentarse unos días permite cuando menos airear la conciencia y la reflexión.
Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Sin conflictos se registra una parálisis en el ejercicio de la política. A la debacle del Revolucionario Institucional, seguirá con toda seguridad la de Morena, y los personajes casi divinos que son objeto de todo tipo de halagos, recibirán en un futuro nada lejano la condena, el oprobio, la muerte en vida del que se atrevió a plantear un cambio total para acabar como al principio.
    Los ejes de la carreta de la política deben rechinar, trabarse, quebrarse incluso, pero nunca transitar por el camino sin problemas de ningún tipo, porque a la postre eso lleva a que la rueda finalmente se quede parada y ponerla en marcha cuesta, y cuesta mucho.
        

Related posts