* ¡Queremos promesas, no hechos!
Todo se ha dicho en precampañas y campañas políticas en nuestro país. No se ha dejado resquicio alguno para intentar un discurso nuevo, innovador, que despierte el interés, pero fundamentalmente la confianza del potencial electorado. Si el asunto era pregonar que no se prometería absolutamente nada, y en cambio la verdad seca y rotunda sustentaría el mensaje, ya se hizo una y mil veces.
Si negar raíces, avergonzarse públicamente del pasado, del partido que lo nominó a una candidatura, e incluso pedir pena ejemplar para los que traicionaron los principios políticos del instituto político al que medio pertenece, también es asunto trillado.
Si repetir hasta la saciedad que los de enfrente son unos corruptos, mal nacidos y mal paridos (para estar acorde con las series de narcos); y amenazar que llegado al poder pondrá a todos en la cárcel, parece cosa que todos gritan en cualquier acto de proselitismo, sea por una diputación local o algo más grande.
Si autopresentarse como la encarnación de la honestidad, la humildad, la decencia, con la imagen de alguien que tiene como única obsesión preparar tortillas en su humilde jacalito, luego entonces tampoco se ve para dónde la novedad.
Si la actitud de matón de cantina que se trepa a su caballo y cabalga por la geografía mexicana, con una imitación simplona del hablar ranchero, al tiempo que advierte que partirá cuanta madre de corruptos se cruce en su camino, a estas alturas ya todos están vacunados contra esos payasos.
Si desprestigiar al contrario, acusarlo de todo lo que se le venga a la cabeza; señalarlo como narcotraficante, corrupto, mentiroso, lavador de dinero, todo sin ninguna prueba, como no sea el chisme de lavadero al que está acostumbrado o acostumbrada, el ejemplo de Xóchitl Gálvez, perfilada ya al Senado de la República por el PAN, luego que chantajeó con irse a MORENA, es muestra de que es un camino que rinde frutos con todo y que envilezcan aún más el ejercicio de la política.
A nadie interesan las propuestas serias, reales, y tampoco a los aspirantes a un puesto de elección popular parece llamarles la atención esa herramienta para campaña, por la simple y sencilla razón de que el futuro elector escucha y gusta más del escándalo, de las bravuconadas, de las ofensas; de ver quién es más diestro en mentar madres, ofender, difamar, y todo eso que consiste en echarle lodo al enemigo supuesto.
Es una lástima, pero la realidad es así. Nos hemos acostumbrado a que solo abrimos una nota en las redes sociales (hoy tan sobrevaloradas, tan convertidas en supuesta voz de las nuevas generaciones) cuando es acompañada de un video en que haya choques, ladrones asesinados a balazos o por linchamiento, etcétera, etcétera.
No veo cómo puedan cambiar las campañas luego que terminen las precampañas, en tanto no se modifique en términos reales el discurso, pero sobre todo la actitud de los que reciben el mensaje.
Y pro supuesto, a lo anterior habrá que sumar la idea de no pocos partidos políticos, de que la mejor alternativa es intentar “cachar” en un error a los y las candidatas que amerite sanción del órgano electoral.
Es una situación cada vez más lamentable, difícil de entender, pero que a la postre puede ser el camino al desencanto absoluto de todo. De los políticos porque a ciencia cierta ya no saben a estas alturas qué discurso utilizar; de los medios tradicionales, porque fueron espantados por un globo inflado hasta la saciedad que son las redes sociales, mero remedo de una supuesta comunicación; del electorado, que ha aceptado de manera absoluta que toda campaña es un show, un circo, y en donde darán su apoyo al más lépero, al que tire más pasteles al payaso de al lado, al que ofenda, al que se vaya incluso contra la familia del contrincante.
En fin, parece que es el momento en que los contingentes que acuden acarreados a los eventos acaben por exclamar: “señor candidato, ya no queremos hechos… ¡queremos promesas!”, como afirmaron los integrantes del grupo de rock para niños “Patita de Perro”.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
CITA:
A nadie interesan las propuestas serias, reales, y tampoco a los aspirantes a un puesto de elección popular parece llamarles la atención esa herramienta para campaña, por la simple y sencilla razón de que el futuro elector escucha y gusta más del escándalo, de las bravuconadas, de las ofensas; de ver quién es más diestro en mentar madres, ofender, difamar, y todo eso que consiste en echarle lodo al enemigo supuesto.