RETRATOS HABLADOS

* Spinoza, una forma de ver a Dios

Siempre que puedo recuerdo que mi hermano Jorge, cuando nos visita, trae alguna novedad en su alforja de sueños. Él nos enseñó a toda la familia que éramos cuando papá vivía, la posibilidad de escuchar a Peter, Paul and Mary; por supuesto a Bob Dylan, Joan Baez, a su regreso de los Estados Unidos. Óscar Chávez con su primer concierto en Bellas Artes se convirtió en preferido de todos. A ella le siguió Amparo Ochoa y Gabino Palomares.
    Eso en la música, porque en las comidas de niño y adolescente, aprendí a leer a Sartre, Camus de un lado, y del otro a Santo Tomás de Aquino y San Agustín de Hipona. Abogado de carrera y con formación sacerdotal hasta los primeros años de Teología, jamás incurrió en la presentación de un Dios castigador, digno de susto, y por el contrario uno ligado al amor y la comprensión.
    Decía que nunca deja de traer novedades, y hace poco desempacó de su alforja un escrito que en son de broma dijo que lo había escrito Espinoza Paz, lo que por supuesto no es cierto.
    Ya con calma leí el texto del filósofo holandés Baruch Spinoza referente a Dios, y como nunca celebré el pensamiento libre, siempre festivo que mi hermano Jorge ha tenido de la vida, pese a incontables retos que le ha presentado. Su buen humor y ocurrencia para transitar por la existencia reconforta a toda la familia, la primera sus hijos, la segunda sus hermanos.
    He leído cada mañana el pensamiento de Baruch Spinoza porque en muchos sentidos reconcilia con Dios, con lo que somos, y por eso me permito compartirlo con usted, con la certeza de que en muchos sentidos podrá identificarse conmigo al leerlo y redescubrir a un ser superior dichoso de habernos creado, dichoso de mirarnos, ajeno a toda condena y sí en cambio, feliz de conocernos.
    Se lo dejo:
Dios hubiera dicho:
“¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que  quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.
Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú  mismo construiste y que dices que son mi casa!
Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es  en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad  fuera algo malo.
El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes  expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí  por todo lo que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada  tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un  paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito…  ¡No me encontrarás en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi  trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar.  Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias…  de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para  quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios  puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en  tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.
No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero  te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única  oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.
Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste?…  ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?…
 
Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?…  ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas  más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti.”
Mil gracias, hasta mañana.
peraltajav@gmail.com
twitter: @JavierEPeralta
 

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