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RETRATOS HABLADOS

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* ¡Pinches juniors, pero hay un Dios!”

 

Siempre que sucede un caso como el de los juniors de Valle de San Javier, viene a mi memoria el cuento de César Vallejo “Paco Yunque”, o lo que es lo mismo, la resignación de los desposeídos de la tierra, el empleo, el futuro y la esperanza, ante la depredación y abusos de los que todo lo tienen, y por lo tanto sólo posibles presa de la justicia celestial, porque de la terrenal ni hablar.

            “¡Pero hay un Dios!”, es lo único que exclaman al cielo los que se ven presa de estos especímenes que abundan, y que hasta antes de la aparición de las redes sociales podían hacer y deshacer a su antojo, sin que hubiera freno alguno a sus desmanes.

            Celebro en esta ocasión la existencia de cámaras en todos los teléfonos y conexión directa a Internet. Los energúmenos no pueden, con todo y las influencias de papi, callar el sentir transformado en imagen, de los que vieron, presenciaron y condenaron sus acciones.

            ¿En qué pensarán, si es que piensan, jovencitos borrachos, a lo mejor drogados, para decidir irse a golpes contra una señora y su pequeño hijo? Porque tampoco es acudir a la trillada reflexión de que sus papás seguramente son igual de bestias que ellos, y por lo mismo aprendieron la lección maestra de la prepotencia en su hogar, que mamaron el desprecio a la chusma en su casa.

            Sin duda es una fuente importante, vital para su comportamiento, pero no es la única, y por supuesto con esto no queremos abogar por los papis de los niños ricachones cobardes que golpearon a la señora y a su hijo. No va por ahí el asunto, y menos cuando nos enteramos que dichos progenitores se niegan a asumir su responsabilidad, que por supuesto la tienen.

            Pero hay otros factores que convierten a junior parásitos en lo que hemos visto constantemente. Porque ni el hijo de un padre dechado de virtudes sale igual que él, ni tampoco un progenitor intolerante y miserable es garantía de que su vástago reproduzca esas actitudes.

            Hay sin duda una línea delgada que algunos de estos personajes brincan sin darse cuenta, difícil de ver a simple vista.

            El hecho sin embargo es que en Pachuca abundan los juniors-criminales y prepotentes que están prestos a mostrar a propios y extraños que aquí son los jefes, los dueños de almas muertas como las que citaba Nicolás Gogol, y que por lo tanto no hay más ley que la suya.

            Los vemos a diarios trepados en sus autos último modelo, regalo de papi, apurados, encima de los vehículos de simples mortales como somos la mayoría. Indignados si no dejamos libre la carretera para que rugan los motores del bmw, audi y marcas por el estilo. “¡Quítate pinche indio!”, es una de sus ofensas preferidas, porque ellos que son de una raza superior con mocasines sin calcetines por supuesto, camisa rayada desabotonada, lente oscuro, pulsera en la mano de oro. Ellos que son los hijos de papi no tienen la culpa de vivir en una ciudad tan pinche y llena de indios.

            Casi siempre todo queda en ofensa, en humillar al de enfrente, al de al lado, al de atrás. Ese ha sido su gusto, que todos sepan que ni con tres vidas tendrán lo que ellos tienen, mucho menos viajar a donde viajan. Eso, que quede bien claro, aunque duela, que no alcanzará la existencia para tener siquiera dos ruedas de sus autos. Eso, que quede claro.

            Y queda claro la mera verdad, ya que se piensa en calma, ya con la rabia olvidada.

 “Pinches juniors, pero hay un Dios!”.

            Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta