RETRATOS HABLADOS

Sabia virtud de conocer el tiempo
MINUTARIO

La realidad es que todos cambiamos, y no hacerlo podría resultar un signo pleno de temeridad, pero también de estupidez. Me refiero al cambio que nada tiene que ver con la renuncia a los ideales que al final de cuentas dieron raíz y razón a lo que hoy somos, aunque tampoco a la necedad de pensar que siempre fuimos los mejores cuando jóvenes. Ni lo uno, ni lo otro.
    Los pocos años nos daban la garantía de equivocarnos sin remordimientos de ningún tipo, porque se daba por hecho que el poco camino recorrido en la existencia regularmente inclinaba nuestras determinaciones a la inocencia, casi la candidez del entendimiento.
    Sin embargo la esencia de lo que somos o dejamos de ser, se encuentra justamente en esos tiempos que teníamos como tarea vital soñar, asumir el papel de contestatarios a todo lo que viniera del poder encarnado por un gobierno, y dejar que transitara la hermosa vida que todavía no nos colgaba en el cuello las responsabilidades.
    Pasado el tiempo nos hicimos incrédulos a todo, incluso a los que fuimos, a esos que hoy mirábamos incluso con fastidio porque no se cansaban de ponerse a la cabeza de luchas perdidas de antemano. Perder era lo peor que podía ocurrirnos, y el fracaso un espanto terrible.
    Luego llegamos a la conclusión de que, contrario a la canción de Fito Páez, “todo estaba perdido aunque ofreciéramos el corazón”. Y en ese justo momento nos quedamos estacionados años y más años, con la seguridad de que ya no despertaríamos, y que lo mejor tal vez sería dejarnos a la deriva.
    Hasta que un día nos descubrimos con el rostro de los que algún día miramos como “viejos”, y a los que mirábamos con curiosidad porque dábamos por sentado que sus mejores tiempos (si los habían tenido), habían pasado de manera irremediable, y que seguro poco tiempo les faltaba para simplemente marcharse sin hacer ruido.
    Entonces también nos encontramos alejados de los amigos de la juventud, incluso con algunos seriamente confrontados, porque en esta profesión u oficio, no hay quien no se crea el elegido del destino, el único, el mejor, el que todo puede ver con aires de maestro del Santo Oficio.
    Tuvo que empezar un largo y sinuoso camino para por lo menos volver a saludarnos con quienes, hace más de 30 años, soñamos un nuevo mundo.
    Coincidimos en algo simple y trivial: la vida era más sencilla de lo que pensamos y uno de los objetivos fundamentales que aún nos permitía reconocernos, era que habíamos vivido en el universo único e irrepetible donde se fabrican los sueños; que pese a toda la vocación de hombres y mujeres recios, ajenos al sentimentalismo, era lo único que siempre nos había unido.
    Nos encontramos con que pese a los dramas que armábamos por no entender el mundo, de hacernos pasar por una generación de rotundo desprecio a la vida simple y monótona, amábamos entrañablemente a los hijos y sus gestos casi iguales a los que teníamos hace tantos años. Que nos interesaba vivir y amar sinceramente a quienes nos amaban.
    Son los años, achacamos con resignación, la nueva actitud que nos hacía reencontrarnos para platicar, simplemente platicar, luego que posiciones políticas, ideológicas y hasta existenciales nos habían alejado casi de manera definitiva.
    Y sí, qué bueno que los años no habían pasado de gratis; que nos habían regresado la capacidad de cuando jóvenes, es decir de tomar muy en serio la discusión por la siempre decrépita situación del país, pero nunca sobre un elemento vital: la amistad.
    Así que pasadas más de tres décadas de aquellos tiempos es cierto, hemos cambiado y qué bueno, pero sin arrepentirnos de lo que pensamos y soñamos, y tampoco en lo que transformamos esas posibilidades, sin dejos de amargura porque si no de nada serviría el tiempo.
    Por fortuna hay jóvenes que a lo mejor nos miran con ojos de curiosidad, igual que hicimos nosotros en su tiempo. Jóvenes que mantienen la certeza de que siempre el cambio es la mejor posibilidad para sortear las trampas de la vida, pero un cambio que se fundamente en el amor sincero por quienes son compañía única y valiosa en este trayecto que en cierto sentido es el más largo y hermoso, pero también el último.
MINUTARIO.- Roberto Herrera Rivas, fundador de esta casa editorial como Coordinador de Fotografía, se encuentra delicado de salud desde hace varios días. Amigo de toda la vida, uno de los mejores fotógrafos que he conocido, estoy seguro que habrá de recuperarse totalmente del difícil momento que vive. Para él y su familia, nuestro cariño y sincera admiración.

Mil gracias, nos leemos el próximo lunes.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
    Coincidimos en algo simple y trivial: la vida era más sencilla de lo que pensamos y uno de los objetivos fundamentales que aún nos permitía reconocernos, era que habíamos vivido en el universo único e irrepetible donde se fabrican los sueños; que pese a toda la vocación de hombres y mujeres recios, ajenos al sentimentalismo, era lo único que siempre nos había unido.

   
   

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