* La palabra de honra
Tarea fundamental en nuestros días por parte de la clase política, es devolverle su dignidad, pero sobre todo credibilidad ante la ciudadanía. Porque a estas alturas, para nadie es desconocido que todo aquello que tenga que ver con esta actividad genera de manera inmediata la aversión de la población.
Todavía peor el asunto cuando escuchamos de las tropelías ex gobernadores que hoy andan a salto de mata por corruptos, y nadie tomó la precaución de vigilarlos para que no escaparan, aunque puedo adelantarle que en unas semanas será anunciada su captura.
Sin embargo el hecho fundamental es que no hay confianza alguna en los políticos, al menos los que provocan este síntoma de la generalización, y esto desemboca en una situación cada vez más preocupante, y que parece una historia sin fin.
Regresarle la dignidad y sobre todo la credibilidad a una actividad presente en toda la historia de la humanidad, es una necesidad aquí y en cualquier parte del mundo, porque finalmente no existe otra forma en que una sociedad pueda organizarse que no sea el camino del ejercicio político, y con esto quiero decir el proceso mediante el cual se elige a un gobernante.
Vivimos tiempos inéditos en que por vez primera la clase política se da cuenta que ha llegado al momento exacto en que está obligada a un ejercicio abierto de autoanálisis, de profunda reflexión para encontrar los caminos reales que le lleven al redescubrimiento de sus objetivos y razones que le dieron vida.
De ninguna manera es gratuita la persecusión de ex gobernadores, porque no hacerlo implicaría un suicidio, y con ello la cancelación de cambios reales por las vías que hemos conocido durante toda nuestra vida.
Y sin embargo todo tiene que ver con un asunto que pudiera parecer simple, pero que redefine todo el ejercicio político, y es que el hombre en el poder sepa honrar su palabra. Sí, la palabra que es vital en cualquier pueblo de nuestra geografía, y que ofrece la versión única de una sociedad que sabe hacia dónde camina porque se reconoce en sus raíces dignas y bien cimentadas.
Porque un principio básico es precisamente el anotado: honrar la palabra, y con ello honrarse a sí mismo.
Se afirma que el juicio histórico es el más terrible para un político. Y sin duda lo es, porque lejos de los reflectores que alumbran durante determinado tiempo al hombre poderoso, el tiempo se encargar de deshacer capa por capa el verdadero yo, y no es sorpresa cuando se desctubre que no existía contenido alguno.
Vivimos, lo repito, momentos inéditos en la vida política del país, de nuestro propio estado. Que en definitiva tendrán que redefinir la forma como se ejerce el poder.
Los cambios por lo tanto van a fondo, y los grupos de presión que por ejemplo en Hidalgo acostumbraron hacer eso, presionar para mantener sus canonjías y prebendas, hoy se despieran con la noticia de que esos tiempos terminaron, y que ningún sistema podría mentenerse de aceptar esa situación por los siglos de los siglos.
Por el bien de Hidalgo, es de desearse que los cambios radicales iniciados por el gobernador Omar Fayad en el ejercicio del poder lleguen a buen puerto, y que bajo ninguna circunstancia tenga siquiera como opción doblegarse ante los embates que hoy mismo resiente por parte de los que se niegan a reconocer que son otros tiempos los que soplan en una tierra como la hidalguense.
Porque además, la palabra se honra, y es la única garanatía de que el ejercicio político recupere su diginidad y credibilidad.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta
CITA:
Por el bien de Hidalgo, es de desearse que los cambios radicales iniciados por el gobernador Omar Fayad en el ejercicio del poder lleguen a buen puerto, y que bajo ninguna circunstancia tenga siquiera como opción doblegarse ante los embates que hoy mismo resiente por parte de los que se niegan a reconocer que son otros tiempos los que soplan en una tierra como la hidalguense.