RETRATOS HABLADOS

•    Nada, absolutamente nada cambia

Siempre sucede que cuando se repasa la biografía de un personaje de la política mexicana, en este caso la de Plutarco Elías Calles, en la que abundan fotografías desde sus inicios hasta el momento previo a la muerte, salta la reflexión constante en torno a la fugacidad de la existencia humana, y en el caso anotado, el ser humano que por algunos años transforma el poder emanado, justamente, del trabajo político.
    Inspirador de la frase aquella de, “allí vive el Presidente, pero el que manda vive enfrente”, para evocar su presencia absoluta en el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, Calles se convirtió en el eje central de la Revolución Mexicana, al cumplir la premisa de Jouvenel en el sentido de que un movimiento social de ese tipo, “o sirve para centralizar y concentrar el poder, o no sirven para nada”.
    En el punto más alto de su existencia política, logró dar vida a un periodo conocido como el Maximato, en el que ya no era Presidente de la República, pero como si lo fuera. Él decidía, él operaba, y otros aceptaban hacer el papel de simples administradores.
    Sin embargo el tiempo se encargó de llevarlo por el sendero que todos, de un modo u otro, debemos recorrer para reconocer, simple y llanamente, que después de todo un día cualquiera partiremos sin la certeza de nada, como no sea el terror de que, efectivamente, acabemos convertidos en nada, cualquiera que sea el concepto que se tenga de la misma.
    La historia de Plutarco Elías Calles puede ser la de cualquier político que se conozca, porque son iguales en casi todos sus aspectos, con un objetivo central que los guía y generalmente provoca que pierdan la razón: el poder.
    Llegará el momento en que recuperen la cordura;  en que como Calles recurran a sesiones espiritistas para asegurarse que el más allá existe, con todo y ser conscientes del fraude. Serán de nuevo simples humanos, vulnerables, vulnerados por los años y la certeza que después de todo no valió la pena el sacrificio.
    Veo las fotografías: al lado de Cárdenas que después lo mandó a destierro, frente a la multitud que lo corea, lo unge como Dios. Ninguna diferencia de lo que ya había sucedido, de lo que sucedería con su sucesor, de lo que hoy mismo sucede.
    Nada cambia aunque uno quisiera pensar lo contrario. Los personajes son los mismos pese a nombres diferentes, a promesas diferentes, a multitud de plataformas económico-político-sociales.
    Es lo mismos, y estamos condenados a mirar una y otra vez la obra teatral tantas veces vista. Porque al final del día, no somos ni los generales de nombre desconocido a espaldas de Calles y Cárdenas. Tampoco el hombre de corbata y poco pelo sentado a mano izquierda del Jefe Máximo.
    Seguramente sí el que acompaña al que toma la fotografía y capta la mirada perdida del que nacionalizaría el petróleo, con un fuete en la mano derecha.
    Espectadores eternos, y por eso más grave la condena, de saber el principio y el fin de las cosas. Porque al igual que el conductor de un auto en una carretera plagada de curvas, es el que nunca siente mareo, el que no se da cuenta del camino. Sí en cambio los acompañantes que van con el rostro verde y no paran de vomitar.
    No cambia nada.
    Es la misma historia.
    Ya sabremos en breve de alguien que busca en el más allá el perdón a sus pecados cometidos en vida. Porque es poco antes de la muerte cuando descubren que, después de todo, no resultaron ser lo que creyeron, y si alguna riqueza dejan, es solo la material, generalmente mal habida, y de la que no podrán llevarse un peso, un centavo, nada.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
    La historia de Plutarco Elías Calles puede ser la de cualquier político que se conozca, porque son iguales en casi todos sus aspectos, con un objetivo central que los guía y generalmente provoca que pierdan la razón: el poder.
   

   
   

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