* Los valientes de pacotilla
El fin de una administración gubernamental genera, casi de manera inmediata, juicios lapidarios en numerosos frentes, pero especialmente en aquellos que de manera constante se mantuvieron al margen de análisis por lo menos serios, y sí en cambio navegaron de acuerdo a las circunstancias, pero fundamentalmente de las conveniencias.
Hubo y hay, por supuesto, los que han mantenido una visión fundamentada en una actitud seria, siempre ligada a la concepción propia de lo que un sexenio debía haber logrado. Es decir, su riguroso análisis no surgió de manera repentina, sino fruto de un trabajo serio y profesional. A todos ellos debemos la posibilidad de entender mejor el presente y futuro de la entidad.
Sin embargo los que más abundan son los otros, los que visto disminuido el poder de un gobernante, dan rienda suelta a todo tipo de adjetivaciones para intentar congraciarse con el que está a punto de convertirse en el nuevo hombre poderoso. Es una constante patética pero real.
Y de este modo la tarea, que por supuesto ya iniciaron, es convertirse en los jueces más severos de la administración saliente, a la que hacen furibundos cuestionamientos, con el afán de lograr el visto bueno del que ya se asoma a la vuelta de la esquina.
Algunos dirán que es propio de la condición humana, pero necesariamente cae dentro de la más baja en el terreno de la ética.
Hacer críticas serias, fundamentadas, cuando el personaje en ciernes está en la cúspide de su poder resulta sin duda algo encomiable, y son de todos conocidos los nombres de quienes han transitado por ese sendero, y que sin lugar a dudas merecen nuestro respeto.
No así, de ninguna manera, quienes se disfrazan como adalides de la verdad con el objetivo sustancial de congraciarse, como antes lo hicieron, con el poderoso en turno.
Asumir una actitud crítica cuando el señalado no manifiesta debilidad alguna, es una actitud plena de dignidad.
Hacerlo cuando la condición del que se va es evidentemente todo lo contrario, resulta indigno.
En el ejercicio del poder todo político sabe que enfrentará esa situación.
Los que ayer lo halagaron hasta el hartazgo serán sus primeros verdugos.
Y por supuesto los más sanguinarios.
Parte de la condición infrahumana que se observa, ya, en estos momentos
Surgen pues los valientes que antes no se cansaban de repetir loas al poderoso
En una historia tan antigua como el ejercicio de la política. Donde se da por hecho que las traiciones y deslealtades son el pan de cada día.
En una historia sin fin.
En un juego que solo podrán creer los que no conozcan a los Torquemadas de pacotilla que hoy abundan como la hierba.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
Twitter: @JavierEPeralta
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Sin embargo los que más abundan son los otros, los que visto disminuido el poder de un gobernante, dan rienda suelta a todo tipo de adjetivaciones para intentar congraciarse con el que está a punto de convertirse en el nuevo hombre poderoso. Es una constante patética pero real.