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RETRATOS HABLADOS

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* ¡Hasta siempre poeta!

 

Poco antes del mediodía de ayer recibí un mensaje vía whatsapp de Radamés Salanueva: “Ramsés murió”.

            Había sido internado en una clínica particular el pasado 19 del presente mes, para ser trasladado a las pocas horas al Hospital General de Pachuca, con el diagnóstico de una neumonía atípica que finalmente le quitó la vida.

            Muy joven, con 44 años de edad, Ramsés Salanueva Rodríguez tuvo siempre en el trato con quienes lo conocimos, un ánimo contagioso, real, tal cual lo describió el compañero Manuel Baeza. Poeta ante todo, reportero de muchos periódicos, el paisano de Efrén Rebolledo, a quien admiró y siguió sus pasos hasta Noruega, era un lector profundo y conocedor , entre muchos autores, de Octavio Paz.

            Alguna vez le pedí hiciera una antología del autor de Piedra de Sol. El objetivo era que la Universidad del estado publicara una serie de Materiales de Lectura que acercara la poesía a los estudiantes. Ramsés cumplió puntualmente con la entrega del trabajo solicitado, que de haberse editado sería la mejor selección de los trabajos de Paz.

            No fue así. Solo apareció un primer número dedicado a Margarita Michelena.

            Hace tantos años que no recuerdo la fecha exacta, en la gran bodega de la avenida Revolución frente al mercado del mismo nombre, que servía de redacción para el Diario Visor, llegó Ramsés para incorporarse el equipo que editaba el hoy extinto periódico.

            A las pláticas cotidianas sobre el ejercicio periodístico, siempre se agregaba el asunto literario, que en el caso del amigo a quien hoy recordamos, era necesariamente la poesía. Un poeta en todo el sentido de la palabra que estaba dispuesto a cubrir cualquiera de la fuentes de información, un poeta que en no pocas ocasiones se unía a la tertulia cotidiana que seguíamos en El Glub Glub de Cristy, la propietaria de la cantina que todos los días nos anunciaba el menú de la botana.

            Fueron buenos tiempos, porque en ese Visor pasaron prácticamente todos los que de un modo u otro, y entre esos me incluyo, llevaban el sueño de ser escritores, contadores de historias, pero también contadores del latir doloroso y melancólico del corazón humano que es la poesía.

            Ramsés perteneció a una generación diez años más joven que la mía. Luego que dejé el periódico pocas veces lo volví a ver, pero de manera indirecta sabía que continuaba un trabajo intenso ya no solo como poeta sino en la promoción cultural, siempre ligada a su tierra natal Actopan.

            Me alegra haberlo conocido, porque fue un ejemplo de vocación a lo que más amaba que era la tarea literaria. Porque fue consecuente con el don que le fue entregado desde el día de su nacimiento, y dedicó el mayor de sus esfuerzos a la escritura.

            Está claro que ya no nos volveremos a ver, al menos en esta realidad que así la llamamos, pero vale la pena recordarlo a partir del oficio que con tanto cariño abrazó: la poesía. Le dejo con algunos de sus textos. Hasta siempre poeta Ramsés, hasta pronto.

 

Si en algo corresponde, acepto que fue la mejor de mis acechanzas. 
Cuando el diablo me pregunte ¿cómo es la bestia que me describís? 
Ella tiene la mirada de una paloma perdida en el celeste. 
Y su boca suena como el llanto de una amazona ausente. 

Ella acostumbra dormir desnuda sobre folios de narcisos. 
Ella me mira y me canta y tensa su arco y dispara una saeta. 
Y su grupa tiembla mientras galopa sobre el viento. 
Y yo la veo venir, como se mira por primera vez, el sol ardiendo. 

No voy esperar más la siguiente ola. 
Me iré a pique con la próxima marea. 
Si alguna gaviota me recuerda. 
Habré llegado al fondo. 

 

Mil gracias, hasta mañana.

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

            Muy joven, con 44 años de edad, Ramsés Salanueva Rodríguez tuvo siempre en el trato con quienes lo conocimos, un ánimo contagioso, real, tal cual lo describió el compañero Manuel Baeza. Poeta ante todo, reportero de muchos periódicos, el paisano de Efrén Rebolledo, a quien admiró y siguió sus pasos hasta Noruega, era un lector profundo y conocedor , entre muchos autores, de Octavio Paz.