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RETRATOS HABLADOS

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* Dos, tres, resulta que todos pueden ser

 

La declaración del presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, Alberto Meléndez Apodaca, en el sentido de que en lugar de una precandidatura de unidad, el próximo 4 de febrero podrían registrarse dos o tres, colocaría a la militancia tricolor ante un escenario que puede ser interpretado de diferentes maneras:

            UNO. En el que no se logró un acuerdo entre los seis aspirantes a la nominación para gobernador, que por sí mismo daría origen a una complicación que parecía innecesaria, pero fundamentalmente haría evidente que, efectivamente, no se logró el consenso tantas veces anunciado. Es decir que la no existencia de un candidato de unidad, haría evidente eso, la falta de unidad.

            DOS. La posibilidad de que se haya decidido llevar hasta sus últimas consecuencias un nuevo estilo de hacer las cosas, en el que incluso se arriesga a un posible encontronazo entre las partes en disputa, para dejar en claro que, tal cual se dijo desde el principio, no hay decisión tomada por adelantado.

            Vaya pues que no se trata de una simple mascarada en la que simplemente se encubre la orden directa que determina quien será el postulado.

            TRES. La urgente necesidad de credibilidad en todo proceso de elección, obliga al Revolucionario Institucional a implementar un nuevo esquema, en una entidad donde tradicionalmente no hay cuestionamientos de ningún tipo cuando la decisión se toma y se anuncia.

            Es decir “airear” en lo posible el proceso interno, para dejar en claro que el peso de la militancia puede llegar a ser de importancia vital, que no definitiva, para orientar cuando menos los rumbos de una decisión tan importante.

            CUATRO. Una posibilidad nunca fácil de ser descartada, que tiene que ver con los egos de cada uno de los suspirantes. Egos que no solo ciegan a quien padece este mal de la personalidad a niveles preocupantes, sino que lo lleva a poner en riesgo al instituto político que le ha permitido estar a las puertas de lograr el cargo más importante en un político hidalguense.

            Egos que por principio de cuentas destruyen su propia carrera, pero que tienen esa magia-maldad, que lleva a simplemente plantearse que si no son ellos los elegidos, luego entonces todo fue una simple puesta en escena.

            CINCO. Quizá la que finalmente se imponga: una posibilidad que siempre existió y se contempló de acuerdo a las circunstancias que pudieran generar los partidos de oposición, pero que ante la evidente nulidad de la misma, llevará a un escenario competitivo hacia adentro, no hacia fuera.

            Hay por supuesto más posibilidades de análisis.

            Pero el hecho hasta el día de hoy, es que el Revolucionario Institucional todavía no tiene precandidato o precandidata al gobierno del estado. Y eso sin duda preocupa a no poca gente.

            A la desesperación de profetas de escritorio, se suma una honda inquietud entre el “Grupo de los 6”, que a ciencia cierta no saben a estas alturas qué sí hacer, y qué no hacer.

            Quizá esta última interpretación sea la acertada.

            Pasó la guerra intestina, la guerra sucia que alguno de los desesperados desató a tontas y a locas; pasó la angustia por sentir que la posibilidad había sido cancelada; pasó la extrañeza porque quien debiera mandar un mensaje definitivo sobre el apoyo que habría de recibir no llegaba.

            Pasó todo y esa ese puede ser el objetivo de esta larga, larguísima espera.

            Simplemente se espera que la decisión sea anunciada, y no más.

            Toda resistencia fue fulminada por la desesperación.

            Así de simple.

 

Mil gracias, hasta el próximo lunes.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

La urgente necesidad de credibilidad en todo proceso de elección, obliga al Revolucionario Institucional a implementar un nuevo esquema, en una entidad donde tradicionalmente no hay cuestionamientos de ningún tipo cuando la decisión se toma y se anuncia.

            Es decir “airear” en lo posible el proceso interno, para dejar en claro que el peso de la militancia puede llegar a ser de importancia vital, que no definitiva, para orientar cuando menos los rumbos de una decisión tan importante.