Hidalgo, el último aliento para el PRI
Un año de por sí complicado lo es aún más cuando confirmamos, un día sí y el otro también, que el ejercicio del poder en nuestro país ha entrado en una fase cada vez más preocupante porque simple y sencillamente las categorías de los absolutos son las únicas que cuentan, y cualquier intento por buscar una alternativa a la que decide el orden supremo es considerada como una traición y por lo tanto es merecedora de un castigo ejemplar.
A la galopante corrupción que terminó por echar del poder federal al PRI y compañía, hoy se suma una tendencia constante a ver solo hacia la posteridad, cueste lo que cueste el presente (que además poco les importa) y de este modo reescribir la historia de México en un afán que poco o nada tiene que ver con el principio inicial de la justicia social.
Algo pasa en todo el mundo que lastimó tanto a una inmensa mayoría, hoy ávida de venganza bajo la guía de su sacerdote supremo. Y lo que hasta hace poco sonaba como una broma de mal gusto, hoy observamos que se convierte paso a paso en una realidad que a ciencia cierta nadie sabe a dónde nos habrá de conducir.
En tanto, y cuando todos daban por descontado que en el estado de Hidalgo la alternancia ya era una realidad, aún sin llevarse a cabo elecciones, es muy posible que finalmente una oposición menguada y poco combativa, empiece a recuperar terreno si la soberbia acaba por hacer pensar a Morena que puede ganar con quien pongan en la boleta porque la imagen del gran prócer de la justicia basta y sobra.
Tanto es así que el número de posibles aspirantes a la candidatura para gobernador ha crecido de una manera ya de plano escandalosa y poco seria, al incluir a verdaderos personajes impresentables que sin embargo ya asumen la pose de grandes estadistas, y no tienen ninguna duda de que son los llamados a encaminar la Cuarta Transformación en tierras hidalguenses.
Para no perder el tiempo con este tipo de especímenes, y mucho menos hacer un juego absurdo que pretende dejar fuera a los pocos aspirantes serios y de nivel, señalaríamos que, por salud mental y política de la entidad, al menos en el partido del presidente de la República no pueden, ni deben obstaculizar son trampas y chapucerías la eventual nominación del Senador de la República, Julio Menchaca. Saben, y bien, que el único que les podría garantizar que la política de la necedad, los absolutos y el impulso de la división social, no sería su eje de trabajo.
Lo cierto sin embargo es que hay una pelea intestina descomunal entre morenistas y por supuesto no morenistas, solo comparable a la que persiste dentro de las filas del PRI, donde su dirigente local, Julio Valera, tuvo el tino de salir a decir que su partido no está derrotado y ganará la elección del próximo año.
Hacía falta que alguien levantara la voz, porque de pronto todos dieron por hecho que ya habían perdido y que además merecían perder por ser malos, muy malos, y que merecían el trato que de buenas a primeras ya era cosa juzgada entre toda la militancia, cuando es evidente que por unos cuantos no tienen por qué bajar la cabeza todos.
Buen mensaje de Valera, porque seguir en el papel culpables de todo lo malo habido y por haber, simplemente les garantizaba que no iba a tener ningún chance en ninguna elección, cuando en los hechos ha sucedido todo lo contrario.
El equilibrio de poderes en un país como el nuestro, se sustenta en triunfos electorales de la oposición. Lo contrario siempre ha llevado a personajes que enloquecen y que, al no tener ninguna objeción a sus decisiones, luego entonces, asumen que ya son infalibles y pueden hacer lo que les venga en gana.
Esperemos que aún sea tiempo.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta