RETRATOS HABLADOS

RETRATOS HABLADOS

¿Aún es tiempo?

Nada cambió en el escenario político nacional. 

Me equivoco. Algo sí cambió: el Presidente, ahora erigido como el gran ganador de las elecciones, ha dejado en el pasado lo que tal vez algún tiempo fue. Ha perdido la capacidad de recuperarse a sí mismo, embelesado en el semi Dios en que se ha convertido y que la corte que lo rodea le aplaude a rabiar. 

Tarde o temprano tendrá que descubrir lo mucho que pierde un hombre de poder, cuando carece de toda reflexión para no empezar a parecerse a los que tanto ha odiado en su vida. Esa es la peor condena para un líder social: convertirse en una copia fiel de los que aniquiló, solo para ponerse en su lugar.

Ganó Andrés Manuel López Obrador sin duda alguna, pese a un partido político llamado Morena y que solo ha servido como organismo negociador de recursos económicos, pero baldado en propuestas ideológicas, como no sea por la vía fácil de ser caja de resonancia del Poder Ejecutivo.

Lo mismo de antes, pero con diferentes nombres. 

Sin embargo, el Presidente de la República está a tiempo de traer a sus manos el espíritu que originó su movimiento, la razón misma de ser de su vida. Pero eso solo es posible a través de la humildad real, no actuada o fingida. De la sincera preocupación por volver a unir a un país y dejar por la paz la polarización como estrategia política para eternizarse en el poder.

Nadie es ajeno a la embriaguez que provoca ser el centro del Universo, de poder presumir que con su sola presencia candidatos desconocidos, o conocidos por servir a grupos caciquiles, pueden ganar una elección de manera despreocupada.

Nadie es ajeno a la locura que puede provocar empezar a creerse una especie de divinidad que levita cuando todos los mortales simplemente no pueden ni podrán hacerlo. Nadie es ajeno a ser idolatrado, santificado por un pueblo, entendido en la acepción de multitud, muchedumbre, masa.

Todos deseamos equivocarnos, pero las reacciones en conferencias mañaneras que de pronto todos alaban por dar vida al comunicador social más grande en toda la historia del universo, hacen ver que va por un camino sin retorno.

¡Tanto luchar, tanto pelear para quedar convertido en una copia de todo lo que tanto odiaba!

Siempre desearé equivocarme en esta afirmación.

Pero la cruda realidad deja ver que así es.

Sí en pocos años se comprueba esta historia que se repite y se repite, simplemente habremos acudido, de nueva cuenta, a una puesta en escena. Por fortuna, a diferencia de Nicaragua y otras naciones, aquí no hubo necesidad de una revolución con cientos de muertos, para que el Comandante revolucionario, una vez en el poder, se transformará en el dictador al que tanto maldecía y odiaba.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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