RETRATOS HABLADOS

RETRATOS HABLADOS

¿Por qué no hicieron nada?

Nadie podrá hacerse ajeno a la responsabilidad histórica que nos ha tocado vivir en los últimos dos años en nuestro país, porque hoy como nunca deberíamos tener por lo menos una respuesta al cuestionamiento que tarde o temprano harán nuestros hijos, nietos: “¿por qué no hiciste nada cuando viste el camino que había tomado el país que hoy padezco? ¿Por qué no alzaste la voz cuando miles y miles murieron por una pandemia, que si bien no fue creada por ellos, sí es responsabilidad de ellos haber actuado con negligencia criminal? ¿Por qué no dijiste nada cuando sabías que había perdido la razón, y que las futuras generaciones, la mía, pagarían tan caro sus acciones?”.

No es producto de un día lo que hoy mismo observamos con absoluta preocupación en nuestra nación, porque al contrario forma parte de un plan magistralmente trazado para encumbrar por los siglos de los siglos un poder absoluto que solo cree en sus propias verdades, sean falsas o inventadas.

Decidimos callar el primer año de mandato, porque nadie puede dar solución a una realidad tan convulsionada, caótica, despedazada, de tal modo que resultaba justo desde el principio ofrendarle los primeros 12 meses, incluso 24 si era necesario, con la certeza de que poco a poco encontraríamos la diferencia, el toque maestro de un hombre que persiguió con tanta persistencia la primera magistratura el país.

Imposible en ese entonces vaticinar lo que hoy vivimos, fruto de una pandemia que pareciera, vino a colocar todas las cosas en su lugar, y permitir ver el rostro real de los que habíamos canonizado por adelantado por ser salvadores del desastre.

El rostro empezó a delinearse paso a paso hasta adquirir los rasgos que hoy nos espantan, nos aterran porque el miedo es real, definitivo, y la posibilidad tan sólo de manifestar inconformidad empieza a pesar, a generar las peores pesadillas.

¿Por qué no hicieron nada si se dieron cuenta con tiempo de lo que iba a hacer? ¿Por qué no lo detuvieron?

Por miedo seguramente, miedo que creció día con día, y entre más poderoso era el hombre casi encarnación de Dios, empezamos a sentirnos minusválidos, miedosos, poseedores de un delirio de persecución que ni una cruda monumental.

Otros volteamos a otro lado para no mirar que el país entero se transformaba en un campo de batalla, donde todos se odiaban con absoluta honestidad hasta el límite de la muerte.

Y la muerte cobró entonces su papel prioritario, fundamental, en una sociedad que empezó a contar por ciento los difuntos no sólo del virus, sino de las obsesiones criminales.

¿Por qué no hicieron nada antes que todo desembocara en una tragedia, si sabían, si conocían lo que pensaba hacer? ¿Por qué se callaron?

Tal vez porque todo debía de ocurrir así. Tal vez porque habíamos llegado al cansancio, pero sobre todo a la desilusión; tal vez porque no había solución después de todo.

Tal vez porque desde ese entonces no podíamos hablar, y como la canción de Serrat, “porque los muertos están en cautiverio, y no nos dejan salir del cementerio”.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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