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RETRATOS HABLADOS

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RETRATOS HABLADOS

Raíz de la empatía

Nos podemos acostumbrar a todo, a una nueva normalidad por muy atípica que sea o alejada de la utopía con que soñamos de jóvenes. Poseemos la capacidad absoluta para redefinir placeres y sufrimientos, incluso aceptar la ventaja de uno sobre otro, cualquiera que sea el orden que se imponga. Es decir que poseemos una capacidad única de adaptación al tipo de realidad que nos pongan enfrente.

Sin embargo, somos incapaces casi de naturaleza para aceptar seguir en esta larga travesía que es la vida, cuando desaparecen -producto de la edad o una pandemia como la que hoy mismo atravesamos-, las personas que amamos con absoluta honestidad, que dan forma al escenario que con regularidad disfrutamos.

Han sido más de 200 mil familias mexicanas las que hoy mismo no atinan a poner en marcha de nueva cuenta la embarcación donde había navegado por todo tipo de mares, cieras de que en algún momento una ola traicionera podría haberlas dejado sin su capitán, sin su vigía, sin uno de sus marinos. 

Sin embargo, la pandemia del Covid-19 no es la naturaleza que se vuelve contra los que cruzan sus mares, y muy lejos está de jugar limpiamente con los que se enfrentan a ella. Por el contrario, se ha comportado de manera traicionera y vil, sin dar tiempo a retomar el aliento para intentar comprender ante qué demonios estamos.

Por eso son más de 200 mil familias las que a ciencia cierta no saben cómo buscarán reincorporarse a la vida, a la normalidad que ya nunca lo será porque les falta parte de su cuerpo si uno de sus integrantes se fue, se esfumó de pronto.

Solo comprendemos la magnitud de la tragedia cuando una persona muy cercana ha caído enferma, y nos ocupa la mañana, tarde, noche y madrugada esperar buenas noticias, que sus pulmones hayan empezado a conseguir el oxígeno necesario y la angustia por llenarlos empiece a pasar.

Solo el dolor cercano nos hace empáticos en términos reales. Antes solo era parte de un discurso que pronunciamos y escribimos con singular facilidad, pero que no comprendemos en su justa dimensión.

Empezamos a rezar de nueva cuenta como cuando niños, porque la verdad pocos saben la razón por la que unos se levantan apenas pasadas 48 horas como si se tratara de súper seres humanos, y otros simplemente no lo logren.

Rezar es una comunión directa con Dios, un ser superior a nosotros, un algo en quien confiamos y que por la razón que cada quien desee, nos trae consuelo cuando la angustia se apodera de los que esperan, esperan y esperan la buena nueva de que la crisis ha pasado.

Cercano el dolor nos hacer ver que el país está plagado de políticos, pero confirmamos que hay unos que son simplemente la representación de lo peor de una sociedad, pero con la capacidad  del auto engañarse y empezar a creer que son la historia encarnada y por lo tanto es válido que sacrifiquen a unos miles y miles para que su compromiso divino se haga realidad. Ni siquiera sienten que por su incapacidad, su ineptitud, su soberbia y fatuidad, hayan dañado a más de 200 mil familias. Son, a su juicio, los daños colaterales.

Solo cuando el dolor toca a la puerta empezamos a comprender en qué consiste eso de la empatía, eso de ponerse en los zapatos del otro, eso de recuperar las cualidades de un verdadero ser humano.

A los políticos que hoy tienen más interés en colocar sinvergüenzas, sabandijas, seres viles y miserables en candidaturas para cargos de elección popular nada les hará cambiar, nada les hará siquiera cuestionarse si van por buen rumbo. Ellos tendrán que pasar por el camino largo de la realidad, hasta descubrirse como unos simples enanos de mentalidad, pero gigantes de soberbia.

Por favor, cuídese. Es tarea nuestra evitar que la tragedia llegue a más hogares mexicanos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta