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RETRATOS HABLADOS

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Más nos vale que AMLO esté sano

“Quien haya tenido la desgracia de padecer el Covid-19 sabrá que no es asunto de juego, y que a una edad determinada le baja la soberbia hasta al más poderoso. Eso sí, siempre y cuando la enfermedad no formara parte de una mentira o un show montado para lograr otros objetivos. Pero al enfermo real lo hinca, le hace llorar y solo que fuera Superman podría mantenerse en su trabajo a distancia. No se puede y trabajar en esas condiciones es una irresponsabilidad porque no se pueden tomar las mejores decisiones. Es como si lo treparan a un tráiler y le exigieran que manejara bien”.

No es una declaración única, sino la recopilación de lo que han expresado personas arriba de los 60 años que han sobrevivido al virus con todo y padecer hipertensión arterial, algunas diabetes y hasta obesidad. Son un verdadero milagro, porque buena parte de los difuntos que por desgracia suma México cada día, tienen las características descritas.

Pero lo cierto es que ninguno de ellos olvida los días que vivió, que padeció bajo la sombra de la muerte y con dolores que nada más de recordar les erizan la piel: “a nadie se le desea, es horrible no poder respirar, sentir que uno se va a ahogar. Duele la cabeza como si alguien te pegara con un martillo, los ojos se salen cuando toses y el pecho suena a caverna llena de agua”.

Ninguno presume que enfrentó al Covid-19 con valentía o el compromiso por sus semejantes, porque cuando el dolor es de tal grado no hay tiempo para acciones de buena voluntad, o para querer contar que se portaron como héroes, “lloras porque no vas a volver a ver a tus hijos, a tu pareja, a tus nietos. Lloras porque ya sabes que ni un perro se queda tan solito para ser incinerado o enterrado apenas acompañado de los que bajan la caja y cierran con mezcla”.

Por eso les resulta difícil, casi imposible creer a estas alturas que alguien, por muy poderoso que pueda ser, deja de sentir los dolores y el miedo a la muerte, pero además ejercer el poder a control remoto con un café en la mano y un jugo quitado de la pena.

“Yo tengo 66 años, soy hipertenso y aunque tengo controlada la diabetes simplemente no aguanté desde el primer día. Pensé que era puro chisme que el Covid duele, es más estaba seguro que a los que mataba era porque ya estaban enfermos, pero sentir que te explota la cabeza, que los pulmones se apachurran y que cualquier rato quedas muerto te hace volver a comprender que estamos de paso, que no hay dinero que sirva para nada en estos asuntos”.

Así que el hecho concreto es que lo mejor para el país sería que la enfermedad del Jefe de la Nación simplemente fuera una estrategia, y si le funciona pues qué bien. Porque si el asunto va en serio el futuro de México se antoja complicado y nadie puede descartar que a la vuelta de la esquina estemos gobernados por un residente de uniforme verde olivo, lentes oscuros y vocación por las imposiciones.

A veces, muchas veces, más vale malo por conocido que bueno por conocer. Y es una frase que de manera machacona circula el territorio nacional.

Lo cierto es que quien contrae el virus y tiene arriba de 60 o 65 años ya sacó boleto para la ruleta rusa, esa que a veces se dispara y a veces no. Jugar ese juego es una locura, igual que apostar porque de pronto un Jefe de la Nación desaparezca.

Para bien o para mal el Presidente es el eje fundamental sobre el que descansa la estabilidad y se achica la vocación de poder de los militares.

Así que en cualquier escenario, es decir un Covid real o uno ficticio, más nos vale que el inquilino del Palacio Nacional regrese pronto y sin problemas a su responsabilidad.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta