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RETRATOS HABLADOS

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A dos años: ¿Todavía hay espacio para la esperanza?

Empezamos a preguntarnos con sincera aflicción si pasados dos años del gobierno del Presidente López Obrador, todavía puede haber tiempo y espacio para mantener la esperanza sincera alejada del fanatismo que jura que a México le esperan tiempos de bonanza y progreso. Bajo la óptica de los hechos concretos, no la información sesgada y parte de intensas campañas en su contra en un algo que simplemente ha ocurrido eternamente en el país, la verdad es difícil no dudar del camino que se ha emprendido.

No, dar por sentado que la opinión de quienes ya adelantaron un juicio lapidario sobre el sexenio López Obradorista es una verdad absoluta, de ningún modo puede ser el camino; pero tampoco el de los que enaltecen su labor porque decidieron transformarlo en una deidad en vida, y que asumen que quien dude de su actuar es por lo tanto su enemigo mortal.

Al país, sin duda, le hacía falta un cambio en su ruta que iba camino al precipicio, un como dicen golpe de timón para enderezar caminos, asumir el combate a la corrupción como eje central de acciones, y la vocación de la honestidad como única garantía de mejora. Para estos momentos estoy cierto que solo el Jefe de la Nación se mantiene en el camino, pero difícilmente podrían pasar esa prueba buena parte de sus colaboradores.

Vaya pues, AMLO no está quebrado, y pese a los desatinos que representa la sobre exposición en conferencias de prensa sin sentido en “La Mañanera”, y que deberían ser canceladas por el bien del propio Presidente, sería mal intencionado sentenciar que ya no hay remedio y que seremos presa en los siguientes cuatro años de un nuevo andar hacia el despeñadero.

Todavía hay esperanza, pero también hay mucha desilusión, porque con todo y la buena voluntad que pueda existir, un solo hombre por muy Presidente de la República que sea no puede lograr la transformación anunciada. Es imposible, es inviable incluso cuando se observa a un equipo político que genera la idea de que es solo la ambición miserable del poder la que guía todos sus pasos, y no algo que va más allá de ese asunto mundano y terrenal.

Menos si el discurso se mantiene en condenar a los que critican y lo peor, colgarles calificativos como “conservadores”, de una época que de tan antigua solo hace pensar en anacronismos históricos, pero también incapacidad para enfrentar el presente.

Nada puede hacer más daño a quien enarbola la bandera de la transformación como un equipo que decide convertirlo en deidad viviente, y sobre todo hacer todo lo que sea necesario para que quien gozó de la cabalidad y serenidad, empiece a creer que si bien no es Dios, está llamado a ser el Mártir de la democracia y la transformación.

Y sin embargo la esperanza no está muerta. Existe con todo y el mar de difuntos por el Covid-19, y en donde como nunca hay responsabilidad del ciudadano que se niega a tomar en serio un virus asesino, a lo que se agregan diputados federales imbéciles que se niegan a usar un cubrebocas porque defienden su derecho a la libertad.

Hay muchas razones para pensar que el cambio ya no llegará al menos en el trayecto de vida que nos toca caminar, pero también otras que sostienen la necia esperanza, cada vez más achicada, triste y desilusionada, pero al fin esperanza.

Ojalá todavía haya tiempo.

Ojalá.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta