Una comedia mal escrita; una tragedia bien actuada

Rebasada una edad determinada, es posible darse cuenta que la mayor parte de los sueños que cobijó la juventud tienden a nublarse, convertirse en vapor, y finalmente nada. Como una malsana constancia los cambios tan buscados en “aquellos tiempos” tienen que ver con el ejercicio político, y ya entrados en una etapa más allá de la madurez, sabemos con absoluta resignación que desembocaron en todo, menos en lo que llegamos a soñar; porque ni hay espacio para una sociedad plena de igualdad, y la cruda realidad nos demuestra cada vez más que por naturaleza nadie es igual a otro, incluso no debe serlo.

El día marcado como el arranque de un México diferente, opuesto al que nos cansamos de calificar como injusto, botín de una clase gobernante corrupta y miserable, fue eso, un simple día que al paso de los meses y los años no hace sino confirmar que después de todo las cosas seguirán igual o peor.

Achacamos incluso esta condición de absoluta melancolía al encierro, a que la vida se va sin que hayamos podido ser testigos, incluso actores de un hecho histórico en bien de los más, como no sea la muerte justiciera que ha barrido parejo, aunque la verdad tampoco: se lleva a los de siempre, es decir a los que no tienen forma de esconderse en un hospital privado donde, dicen, se mueren menos que en los públicos.

No, no habrá oportunidad de ver el arribo a una nueva sociedad, porque la existencia dura poco y los cambios regularmente son un remedo de sí mismos, o simplemente un engaño, mismo guión con diferentes actores, pero en esencia lo mismo.

De tal modo que tal vez lo mejor sea ver que en la arena del mar nada queda fijo ni por minutos, y que todo se trata de simular, de querer mover montañas sin pizca de fe, sin gramo de creencia, sin polvo de esperanza.

Todo ha sido siempre una comedia mal escrita, pero un tragedia bien actuada.

Mil gracias, hasta mañana.

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@JavierEPeralta