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RETRATOS HABLADOS

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En defensa de la muerte

El mexicano se ríe de la muerte.

Una y mil veces escuchamos, leímos la típica entrada de la nota para televisión o periódico. Hasta empezamos a creer que así era.

Hoy comprobamos que nunca fue así, que una cosa es que nos guste pensar que la delgada línea que divide a los muertos de los vivos puede desaparecer en los días que están por llegar, y otra, muy diferente, que nos tomemos a la ligera el asunto de ser difuntos.

Al contrario, nos preocupa no poder confirmar las creencias de nuestros padres y abuelos, en el sentido de que cuando dejamos de respirar empezamos una nueva y esplendorosa existencia. Buscamos dar certeza a la fe que nos guía con las ofrendas que con mucho, pero mucho amor, colocamos para que los muertitos sepan que siempre los esperamos. Pero reírnos de la muerte no, nunca fue así, pero alguien confundió que desde niños aprendimos a convivir con los difuntos sin distingos de ningún tipo, con la idea de que nos burlamos.

No, le tenemos un gran respeto a la muerte, a veces miedo, pero sobre todo estamos seguros que forma parte de este raro paso por la existencia.

Hoy con el Covid-19 sabemos que en ocasiones ni tiempo hay para despedirnos de los que perdieron la pelea con esa enfermedad que tapa los pulmones y ahoga el corazón. Estamos seguros que la muerte que conocemos siempre ha sido más benévola, amiga, cercana, digna de absoluta confianza porque gusta esperar incluso cuando sabe que llevarse a un ser querido nos lastimaría profundamente.

Anda desconocida por estos días, no se parece a la que conocimos cuando niños; hasta parece cruel cuando nunca lo había sido, cuando nunca lo es.

Ella misma siempre ha sido solución para el dolor, pase único y definitivo a la eternidad, o lo que es igual, a ese otro lugar donde crecen las ilusiones de los que nos miran y consuelan cuando pega la tristeza.

La muerte no quita, da, crea, consuela.

Y no, nunca nos burlamos de ella. Es solo asunto de entrada trillada para el reportaje o la nota. Tal vez sí jugamos con ella, pero con respeto, con cariño, porque desde siempre intuimos que por ahí estaba el pase mágico para conocer y reconocernos con nuestros difuntos.

A cada uno le ha tocado.

Hoy más con los miles y miles de muertos por la enfermedad esa que tanto nos espanta, que pareciera condenarnos a no poder volver a lo que llamábamos normalidad.

La muerte nos acerca, nos hermana, porque ninguna otra posibilidad tenemos de ser uno con los otros.

Así que por los que ya conocieron el camino único y hermoso de la eternidad, por todos los que a lo mejor se fueron sin decir adiós, lo confesamos, lo aceptamos: queremos a la muerte porque le da razón de ser a la vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta