Home Nuestra Palabra EL MERCADÓLOGO

EL MERCADÓLOGO

0
EL MERCADÓLOGO

De empresas y nacionalismos

A finales del siglo XVIII surgió una corriente ideológica que sigue vigente hasta nuestros días: el nacionalismo. Esta ideología dice que existen ciertas características comunes entre los habitantes de una determinada zona geográfica, como la cultura, la comida, el idioma o incluso la idea de un ancestro común; y que dichas características, denominadas «identidad nacional» tienen que ser preservadas.

Aunque en nuestro país existen muchas de estas características comunes, lo cierto es que, al ser tan grande, cada una de las diferentes regiones que lo conforman cuenta con su propia identidad. Sin embargo, hay una especie de «acuerdo» mediante el cual todos entendemos cuáles son los elementos propios de nuestra «identidad nacional»: el mariachi, los tacos, los colores de la bandera, los sombreros propios de la época de la Revolución y muchos otros más que, principalmente en este mes de septiembre, suelen adquirir mayor protagonismo que en el resto del año.

También se suele ver una exaltación de patriotismo durante el desarrollo de eventos deportivos como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol. Afloran sentimientos de orgullo por los logros conseguidos por los diferentes deportistas que representan a nuestro país. Pero no suelen ser los únicos momentos en los que tenemos esos sentimientos: cuando algún profesional de cualquier ámbito destaca, al punto de ser merecedor de tener un espacio en los medios de comunicación, celebramos tener esos puntos culturales en común.

Como gancho publicitario, muchas empresas han utilizado ese sentimiento de orgullo nacionalista, incluyendo en su publicidad que son «100% mexicanas». Incluso algunas han basado su comunicación durante años en imágenes que exaltan nuestro patriotismo. Con ello intentan conectar con esos sentimientos de orgullo entre sus posibles consumidores, para que los asocien con su marca. Así, algunas veces nos sentimos orgullosos de que algunas empresas de nuestro país estén situadas dentro de las más grandes del mundo, o que exploren nuevos mercados. Ni qué decir cuando se publica la famosa lista Forbes con las mayores fortunas del planeta y vemos el nombre de uno o varios connacionales bien situados en ese ranking.

Sin embargo, en un contexto globalizado como el que tenemos en la actualidad, me cuesta creer que una empresa que esté considerada dentro de los principales listados del mundo pueda ser «100% mexicana». Para que una empresa sea exitosa, tiene que conseguir incrementar sus ventas y/o reducir sus costos operativos. Para el primer punto, todas las compañías en crecimiento necesitan ampliar horizontes a otros mercados, una vez alcanzada la madurez en su país originario. Para la segunda premisa, no es extraño que las bases operativas cambien de país de residencia para abaratar costos como sueldos, impuestos o materia prima. No puedo olvidar, hace muchos años, cuando viajé a un país de Centroamérica y vi en un espectacular a la mascota de una conocida marca mexicana vestida con la camiseta del equipo nacional de fútbol de ese país. La estrategia de dicha marca era posicionarse en el territorio del fútbol, sin importar que estuviera promocionando a los mismos equipos que tendrían que enfrentarse en el terreno de juego.

No tengo ninguna duda, por el contrario, que las pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas incluso sin estar constituidas legalmente, son las auténticas merecedoras de dicha denominación. Ese entramado de pequeñas transacciones comerciales son las que hacen que nuestra economía doméstica se mueva; pilar indispensable para el crecimiento de los indicadores del país. Más aún, en épocas de crisis como la que estamos atravesando actualmente, es cuando los productores y comerciantes locales más necesitan del apoyo de su entorno más cercano.