Retornos pasajeros

Retornos pasajeros
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PEDAZOS DE VIDA

I

Ay comadre, si viera cómo le pido a Dios solo una cosa, le ruego que cuando me muera al menos uno de mis hijos se quede en la religión de uno, que no se me vayan todos porque he ido a sus velorios y son bien tristes, parece que tienen prisa de llevarte al hoyo, se agarran de las manos, hacen oración y ya.

Pero yo no tengo nada contra los rezos, osea sí que recen pero uno quiere su velorio bien y eso no preocupa tanto, imagínese que en Todos Santos regresa uno y no tiene mesa, imagínese que llegando acá no hay una ofrenda a donde llegar, que ya no hay una luz, que ya no hay a quién visitar, imagínese que se olviden de nosotras y nada más regresemos a llorar. 

II

A mí me lo dijo mi “amá”, “ira hijo de la chingada, el día que yo me vaya no te voy a pedir nada, no quiero ataúd fino ni nada de esas chingaderas que nada más te dejan endrogado, el pedazo del panteón ya está pagado y la caja con que sea caja está bien. No invites a nadie ni le avises a nadie, va a llegar el que tenga que llegar. Para qué quiero tanta gente, si veme ahorita, ni una pinche vuelta me vienen a dar”. 

“Pero eso sí, cabrón, que ni se te ocurra dejarme sin mesa del Día de Muertos, quiero mi ofrenda como mi mamá se la puso a mamá Cenobia y como yo se la pongo a tu abuela, por eso pon atención y ve lo que se pone, para que luego no andemos con chingaderas. Y si llego y no veo mi mesa, te juro que te vas a dar cuenta”. 

Voy a ponerle su mesa, de que viene la viejita viene, y aunque me gustaría escuchar de nuevo sus palabrotas no pienso dejarla sin su luz, sin su mesa, no me da miedo que pueda pasar algo aquí, me da miedo que por una vez que no vea su mesa no quiera volver jamás. 

III

El frío recorrió su cuerpo y el calor que sintió después fue el de las velas que rodeaban su caja. Después ya no sintió nada, ya no supo nada… 

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