Conciencia Ciudadana
• Antes que Marx, Aristóteles (a quien no puede acusarse de comunista o socialista), descubrió que el origen de toda lucha política es la propiedad de la tierra, plasmada en las leyes supremas de la Polis, a las que nosotros llamaríamos hoy una constitución
Desde que el liberalismo político recuperó el liderazgo en el mundo entero, se consideró que la lucha de clases había sido superada por la competencia electoral que conduciría a gobiernos determinados por la voluntad ciudadana y no por la imposición de una clase sobre otra. En el discurso de quienes promovían el nuevo sistema, se encontraba el propósito de dar por terminadas las revoluciones y dictaduras que asolaron el mundo entero durante los siglos XIX y XX; extendiéndose por todo el planeta la confrontación entre los sistemas capitalista y socialista empeñadas en hacer triunfar a sus clases sociales (burguesía y clase proletaria) instaurando el mejor de los órdenes sociales en el planeta.
Antes que Marx, Aristóteles (a quien no puede acusarse de comunista o socialista), descubrió que el origen de toda lucha política es la propiedad de la tierra, plasmada en las leyes supremas de la Polis, a las que nosotros llamaríamos hoy una constitución. Aristóteles llegó a esa conclusión (bastante acertada aún para nuestros tiempos) después de analizar más de cuarenta constituciones de toda Grecia, a las que dividió en tres grupos según las formas de propiedad: a) Las constituciones aristocráticas, (que garantizaban la propiedad de los hijos de los fundadores de la Polis); b) el gobierno de los oligarcas (ricos que obligaron a poner en venta las tierras, a fin de acapararlas) y c), las de los pequeños propietarios, artesanos, maestros, pequeños comerciantes, etcétera, que lograron en Atenas la primera constitución democrática en el mundo). A diferencia de Marx, Aristóteles no pregonaba el triunfo inevitable de ninguna clase social y consideraba que era la dinámica política la que permitía a una u otra clase imponer reformas legales a la propiedad en su beneficio y en el detrimento de las otras clases.
Siguiendo a Aristóteles, podemos concluir en pocas palabras que TODA reforma político-legal tiene el propósito de cambiar o defender las formas de propiedad existente; a veces, de manera taimada y otras, de manera abierta y violenta. Si este propósito se disfraza, es posible que una clase logre engañar a aceptar las nuevas leyes por diversas causas: miedo, ignorancia, pobreza, desorganización; permitiéndoles legislar a favor de sus intereses. Hasta aquí la explicación teórica e histórica del problema, ahora vamos a los hechos.
Hasta donde sabemos, México está en el planeta Tierra, y por tanto no puede escapar a la ley de las clases sociales ni a la ley por la cual cada clase trata de imponer o ampliar las leyes de propiedad que le convienen y le garantizan su permanencia en el poder.
Una política democrática como la que ha intentado construir la sociedad mexicana en los últimos tiempos, tiene como propósito formal que un cambio de gobierno no solo garantice la libertad de elección, sino también el derecho del pueblo a mantener y controlar mediante la ley la propiedad la mayor parte de la riqueza nacional en sus manos, porque ese es el fin de un gobierno democrático, según Aristóteles.
Pero si sucede lo contrario; si la propiedad se concentra en unas cuantas manos; si las leyes en lugar de beneficiar que la riqueza se mantenga en manos de la mayoría de habitantes provocan que vaya a dar a unas cuantas manos; si la elección de sus gobernantes trae como consecuencia el reforzamiento de la inequidad económica y social y la imposibilidad política de transformar el estado de cosas prevaleciente en beneficio de las mayorías, debemos comenzar a sospechar seriamente que una clase social minoritaria o un grupo de ella ha terminado por engañar a la clase mayoritaria y que ésta debe tener bien claro quién le está tomando el pelo.
¿Qué pasa entonces en México? Analicemos lo que sucede tomando como punto de partida el desplegado del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios dirigido a la opinión pública hace pocos días, pero con atención especial al candidato que encabeza las encuestas para llegar a la presidencia de la república, denominado “Así no”. No pretendemos debatir sobre contenido, ya bastante discutido en los medios; sino solamente señalar que, en los hechos, quienes pertenecen a dicha asociación (que son nada más ni nada menos los 50 hombres y mujeres más ricos de México), no hacen sino amenazar al resto de la sociedad (y no solo al candidato de MORENA) blandiendo sus armas más poderosas para advertirle que la probable llegada de un candidato desfavorable a sus intereses a la presidencia de la república tendrá consecuencias inmediatas desfavorables para el propio pueblo; pues de suceder así, las inversiones del país se irán y éste caerá en un caos desfavorable. Y eso, aquí y en China, se llama enfrentamiento de clase; porque los empresarios no hacen su declaración a título individual sino actuando corporativamente, con la misma razón (antidemocrático) por la que la dirigencia de un sindicato de trabajadores se siente con el derecho para hacerlo a favor o en contra de cualquier candidato.
¿Qué les parecería a los empresarios firmantes –pero sobre todo a esa cúpula que los representa y a su manera los tiene cooptados- que los líderes de los sindicatos de industria, servicios o comercio más poderosos de México se pronunciaran en contra de sus pretensiones en otro desplegado a favor de AMLO? ¿Cómo les caería en este momento a ellos y a sus asociados dentro del poder público que su actual villano favorito, Napoleón Gómez Urrutia, moviera a su sindicato de industria amenazándolos con la misma virulencia con las que ellos insinúan una posible fuga de empleos si el candidato de MORENA no se pliega a sus intereses; incitando a los trabajadores de las empresas mineras para impedir los empresarios cumplan sus amenazas?
¿Qué no hay una sola cabeza en el desgobierno actual y en las autoridades electorales que tenga el valor de poner en orden a quienes intentan defender sus intereses amenazando con consecuencias para el país si los potenciales votantes se atrevan a desafiarlos? La historia es una caja de sorpresas: son ahora los empresarios quienes amenazan con una lucha de clases para imponer sus intereses y no las clases explotadas, las que en el pasado creían tener el monopolio de ella. Pero el que se lleva se aguanta, y no vaya a suceder que los empresarios se encuentren la horma de su zapato con un enfrentamiento que nada abona a la vida democrática del país.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA, CON NOSOTROS.