
Pido la palabra
Este cuestionamiento bien pudiéramos aplicárselo a aquellos que insisten en seguir dándole vida a sindicatos corporativos, sindicatos cuyas cúpulas dejan de ser Representantes y adquieren la figura de Dirigentes, parece lo mismo pero no lo es; paso a explicar: un Representante es un mandatario, es la persona que con funciones determinadas se le confiere un cargo para que a través de su gestión se logren objetivos previamente autorizados por la mayorías, un Representante es en función de las facultades otorgadas, sea por un estatuto o por un órgano de competencia, en el caso de trabajadores ese órgano lo será una asamblea de trabajadores o delegados.
En cambio, un dirigente, se presume autónomo, no está sujeto a las decisiones o facultades otorgadas por un grupo definido de personas o estatutos, se mueve según las necesidades y en la mayoría de los casos de sus propias necesidades e intereses, toma decisiones y en ese mismo sentido las filtra hacia abajo para su cabal cumplimiento.
Un representante podemos concebirlo dentro de un marco democrático, en cambio un dirigente es producto del autoritarismo; un representante obedece los designios de una mayoría, y, por el contrario, un dirigente sólo se interesa en la mayoría cuando se trata de legitimar sus acciones a la vista de los demás; un representante persigue objetivos de clase o grupos, no así un dirigente que en la mayoría de las veces los objetivos son personales o sectarios.
Esto es lo que está sucediendo en el sindicalismo corporativo, sus dirigentes se eternizan en el poder, y ya sea por indiferencia, por miedo, por ignorancia o por desorganización, pero hasta ahora no ha habido poder humano que le ponga un alto a esa forma mezquina de control de los trabajadores; pues aunque les duela a los integrantes de sindicatos corporativos, esa es su realidad, viven bajo el yugo de sus dirigentes disfrazados de representantes; su pirámide de autoridad se encuentra invertida, pues lo normal en una asamblea de trabajadores es que las órdenes se den de abajo para arriba y se cumplan de arriba hacía abajo; no es así en el sindicalismo corporativo ellos se guían al revés.
El resultado de que sindicatos de trabajadores sean parte de algún organismo corporativo, así sea de alguna unión nacional de trabajadores, los hace totalmente dependientes de dirigentes cuya sensibilidad solo apunta a buscar beneficios que en la mayoría de las veces nada tienen que ver con los verdaderos trabajadores, y la función ingrata de los líderes locales es únicamente de “recibir instrucciones de sus comités nacionales, e instrumentar y vigilar la logística para su cumplimiento”; toman la función de apéndices de los dirigentes, ¿y las decisiones de los trabajadores?, bien gracias.
Este vicio piramidal no solo se da en el ámbito sindical, también hay otros que han desvirtuado su función, empiezan a actuar igual que los sindicatos corporativos, asumen su papel desvirtuado y toman decisiones cupulares sin consultar a la sociedad, tomando como un hecho el que la mayoría piensa exactamente en el mismo sentido a como lo hacen ellos, se apoltronan en una curul e inmediatamente se creen poseedores de la vox populi, ¡Y deciden! y todos nos tenemos que tragar esas decisiones por razones semejantes a los sindicalistas corporativos, por indiferencia, por miedo, por ignorancia o por desorganización.
Pero, todavía más aberrante es que muchas de las decisiones de los pseudo representantes ni siquiera son obra y gracia de su iluminación, son directrices de “alguien más arriba”, controlados por intereses económicos, por la lucha por el poder, por poner zancadillas a los opositores y demostrar irracionalmente su poderío, aún a costa de pretender incongruencias, y los representantes aplaudidores casi de inmediato comienzan a recitar como periquitos la misma letanía.
Cuando esto sucede dejan de ser representantes sociales, incluso pierden su dignidad de dirigentes y se convierten simplemente en nadie.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.