
Nunca es tarde
“Nunca es tarde para celebrar, para hacer y para lograr, si estás vivo tienes la oportunidad de hacer lo que quieras” – se repetía mentalmente y de manera constante Jovita, y lo hacía de esta manera porque tenía miedo a la humillación o a recibir un no como respuesta.
La mujer está próxima a cumplir 50 años, desde que se casó su vida ha estado dedicada al cuidado del hogar, esposo, hijos y ahora nietos; contrajo matrimonio cuando era aún muy joven, y al siguiente año ya era mamá.
Los valores y normas de la casa de sus padres eran rígidas, tradicionales, y vio en el casamiento una oportunidad para dejar atrás esas prácticas, sabía la importancia de los valores, sin embargo también estaba segura que quería probar y hacer cosas, que pudieran ser señaladas como negativas por sus padres, para saber lo que se sentía, para afrontar sus miedos y para que nadie le contara.
Y aunque pensó que el casarse podría tener más libertad porque se alejaba de la prisión parental, su pareja tenía las mismas ideas, y sus planes quedaron olvidados, pero ahora a punto de cumplir los 50 la cosquillita de hacer esas cosas supuestamente prohibidas le habían regresado a la cabeza.
Quería un tatuaje en la muñeca, probar marihuana y ponerse una borrachera hasta perderse, y parecía que su próximo onomástico sería la oportunidad perfecta para cumplir sus deseos, pero la detenía los comentarios de su familia.
Después de mucho pensar decidió hacer realidad sus fantasías, se repetía “nunca es tarde” y agregaba “puede que mañana ya no despierte”, habló con sus hijos, les compartió sus sueños y les pidió ayuda para lograrlo; juntos fueron con el tatuador, a conseguir la marihuana y comenzaron a organizar su fiesta.
El día de su cumpleaños, Jovita lucía feliz y orgullosa del tatuaje en su muñeca, una media luna en acuarela; disfrutó de un buen vino y dio unos buenos fumes al cigarro con “mota”, bailó y cantó hasta perderse y caer rendida en su cuarto, siempre cuidada por sus hijos.
En los días siguientes su semblante era diferente, parecía que era nueva mujer, reía más y disfrutaba de cada momento, aunque no todos fueran felices, en pocas palabras había renacido.
Un mes después de su cumpleaños sufrió un desmayo y tuvo que ser hospitalizada, los estudios revelaron un tumor cancerígeno en el vientre, los síntomas no habían sido tomados en cuenta, y se encontraba en fase terminal.
Pese a la noticia, Jovita seguía radiante y feliz, hizo lo que por años no se atrevió a hacer; y semanas después ya no despertó.