
Simplemente se fue
Todos aparentaban no saber lo que pasó, los vecinos simplemente evadían las miradas, el saludo o las preguntas de Josefa, la señora habitante del 401 que hace una semana había perdido a su gatita “Bichi”.
La minina era su adoración, era su única compañía, su esposo tenía poco más de tres años de haber fallecido y sus hijos pocas veces la visitaban, y la bichita se había convertido en su mundo entero.
Su desesperación por no encontrarla era notoria, deambulaba por la colonia gritando “bichi” entre las calles, con la esperanza de oír un maullido que le indicara donde estaba refugiada o secuestrada.
Aunque Bichi era bien portada ante los ojos de su dueña, su comportamiento era totalmente diferente cuando salía a las calles y a merodear a las bandas de los vecinos; se peleaba con otros gatos o mascotas y le gustaba regar la basura contenida en bolsas de basura que se ubicaban en los patios de los vecinos.
Los habitantes de la calle en donde vivía Doña Josefa y Bichi, ya estaban hartos de tener que limpiar el reguero de la gatita, pero les dolía pensar en algo que pudiera afectar contra su vida, pues sabían que la gatita lo era todo para la moradora del 401.
Sin embargo un habitante, en un mal día, se despertó de ver la basura regada en su patio y vio a la minina relajándose los bigotes, sentada muy a gusto sobre la barda de su casa, se metió inmediatamente a su hogar tomó leche, la puso en un vaso de plástico y enseguida vertió un poco de veneno que tenía para ratas, llamó a la gatita y le dejó el vaso.
Al salir nuevamente al patio, en casi media hora, vio a Bichi tirada, la movió un poco pero ya no respondía, y ante los nervios de haber actuado por enojo, lo único que se le ocurrió fue meterla en una bolsa para basura, para después entregarla al camión contenedor.
Al siguiente día del asesinato, al vecino se le fue la lengua y le contó a otro habitante de la colonia que también estaba harto, prometieron no contar a nadie más, aunque el chisme se regó sin llegar oídos de Josefa, pues la mayoría coincidía en que el animación era una lata, y hoy a casi una Emana de su desaparición Josefa sigue buscando con la esperanza de encontrar a su compañía.