GOLPETEO

Tocaron una, dos , tres veces y hasta más, el tiempo entre cada golpeteo a la puerta era alrededor de 10 minutos, a veces fuerte, a veces despacio, y en algunas ocasiones venía acompañado de un “buenas tardes”.

Se atrevían a tocar porque afuera estaba estacionado el auto de la familia, y si bien en el interior de la casa se encontraba Rosalinda, la mamá, no estaba de humor para abrir la puerta.

Después de dos horas acostada por fin se levantó, colocó los zapatos, se puso un abrigo, tomó la cartera, llaves y salió a comprar para comer, la migraña apenas le permitía observar por donde caminaba.

No tardó más de 15 minutos en comprar lo necesario para regresar a casa, cosas rápidas, particularmente líquidos fríos y calientes, y una torta, no quería hacer absolutamente nada, buscaba encerrarse en su cuarto y simplemente salir para el baño.

Comió, durmió, se levantó al sanitario, y regresaba a dormir; estuvo así cerca de 12 horas; al día siguiente recobró los ánimos de un chasquido, salió de casa bañada, arreglada, y con una sonrisa.

Por la tarde, regresó con sus hijos, el motivo del golpeteo en la puerta cada diez minutos, y la razón de su cambio de ánimo repentino.