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RELATOS DE VIDA

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RELATOS DE VIDA

Suerte

La pregunta durante estos dos meses transcurridos desde que llegó a casa es ¿acaso soy un inodoro? Sé que estoy un poco o mucho rellenita, pero de esa a parecerme a una taza del baño, me hace dudar un poco de mi apariencia.

Eduardo es un pequeño patito, con apenas dos meses de nacido, a escasos dos días de su salida del huevo fue adoptado con dos fines específicos: El primero, brindarle un hogar y protegerlo luego de la muerte de su madre y segundo, que los niños adquieran responsabilidades.

Con el paso de los días, el patito se ha ganado nuestros corazones, incluso no duerme en una caja, brinca y llama la atención para que sea subido a la cama, y así duerme, sobre una de las almohadas.

Lo interesante de los patos es que literal parecen bebés, comen, beben y hacen del baño a todas horas, con la diferencia que lo hacen en todos los rincones del hogar y no traen un pañal que guarde la cantidad de heces fecales.

Pero lo más llamativo es que cada vez que lo cargo, y después de un tiempo de quedarse dormido encima de mi hombro, termina su sueño estirando su cuello, luego una pata y enseguida la otra, levanta su emplumado rabito y hace del baño.

Han sido numerosas las veces en que sigue la misma dinámica, que incluso me da miedo tomarlo entre mis brazos o ponerlo en mi regazo para que tome su siesta, porque hasta el momento soy la única persona sobre la que ha defecado.

Por eso la duda si parezco un sanitario, o bien, represento un lugar tan placentero y relajante que le permite fluir incluso en su necesidad más apremiante de “zurrar” como vulgar o coloquialmente se dice.

Si fuera cierta la leyenda urbana sobre las palomas, que el infortunio de recibir alguna de sus heces aventadas desde los aires significa buena suerte; y si el pequeño patito fuera esta clase de ave, estaría completamente segura que mi suerte es inmensa, más de la que ya tengo al estar viva y tener a mis seres queridos a mi lado.