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RELATOS DE VIDA

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RELATOS DE VIDA

Tiempos mejores

Era una mañana fría, los bancos de neblina avecinaban un día diferente, contrastante al día anterior en donde los rayos del sol iluminaban y transmitían calor para toda la ciudad, y ahora se mantenía oculto entre las nubes blancas y grises.

El ambiente no permitía salir de la cama, pareciera que en el intento por levantarse, la cobija extendiera un brazo para jalar hacia dentro a todo aquel que buscara escapar del acogedor y cálido lugar.

10 minutos más eran los permitidos, tan solo 10 minutitos para concluir el sueño que estaba por demás placentero y agradable, se trataba de un tiempo de tolerancia para después ir a satisfacer la necesidad de ir al baño pese al miedo de congelarse de tan solo sentarse en la tasa.

Una vez cumplida la misión imposible, la cajetilla de cigarros colocada en la mesa del comedor hacía guiños invitando a salir y lanzar unas cuantas señales de humo, al fin de cuentas, con un abrigo el frío podría ser soportable mientras son exhalados vapores tóxicos, pues el vicio es el vicio.

Ya fuera de la casa y vislumbrando la terraza del vecino trasero, el desorden en el patio propio y las miles de ramas floreciendo en él, y en tanto consumía bocanadas de aire de tabaco, un visitante disfrutaba del ramaje.

Aleteaba entre cada tallo alto de la espesura del pasto, buscaba alguna pequeña flor de la cual obtener néctar para seguir con su camino, revoloteó por cerca de cinco minutos y por fin se paró en un tendedero.

Observó hacia todas direcciones sin dejar de revolotear, dio una vuelta más al escenario desalineado del patio de la casa y se dirigió al vicioso recargado en la tarja del lavadero, que miraba detenidamente cada uno de sus movimientos.

Permaneció frente a él unos cuantos minutos, aunque para el hombre parecía una eternidad, en la que pudo observar el alargado pico del visitante, sus diminutos ojos, la franja roja en su pecho, y la rapidez del movimiento de sus alas.

Por un momento pensó en correr, creía que el pequeño ejemplar podría picarlo e incluso sacarle un ojo, pero la belleza de tenerlo tan cerca lo contuvo de salir huyendo para contemplarlo más tiempo.

Se perdió en la magia de sus pequeños y negros ojos sin saber el tiempo en el que permaneció así que incluso el cigarro se consumió pese a que solo le había dado dos toques, y en esa pérdida de conciencia escuchó “vienen cosas mejores, abre tu mente y déjalas entrar”, y en un chasquido se fue.

El hombre no podía entenderlo, no sabía si lo había soñado o imaginado, hasta llegó a pensar que el cigarro estaba adulterado, aunque después de unos minutos no importó, la paz, de alguna manera se encontraba en él, pese a las tantas noches sin dormir por el luto que resguardaba en el corazón.