Soledad
La soledad se había convertido en su peor enemigo, si bien Sandra era madre de dos hijos y durante años aprendió a ser independiente y salir adelante “sola” porque su pareja sentimental no vivía en casa desde hace años, últimamente el hecho de no tener compañía la llenaba de inseguridades.
Alrededor de 4 años, la mujer de 40, en ese entonces 36 descubrió la infidelidad del padre de sus hijos, impulsada por el enojo y la traición sacó a su marido de la casa, y desde ahí emprendió una vida con sus dos hijos.
No era nada fuera de lo común, pues aunque estaba casada la relación con el hombre que había elegido para la eternidad no era amigable o de acompañamiento, y el hogar solo era un espacio para dormir.
Sin embargo, aunque había tomado la decisión el marido trataba de estar pegado a la familia que durante mucho tiempo abandonó, posiblemente era la culpa la que lo obligaba a intentar recuperar algo, que notablemente no quería.
El tiempo pasó, la dinámica fue siempre la misma, salir como familia pero no vivir en familia, lo que debió ser un hogar se convirtió en una casa de citas, una en donde tenía todo lo que quería, sus hijos complacientes y esperando el día en que los irían a ver; y la esposa en una amante.
Posiblemente la soledad le llegó a él primero, aunque no precisamente por no tener a alguien, sino porque comenzó a allegarse de amistades podridas, llenas de mentiras, irresponsables y sin valores, sin embargo, los consideraba como unos dioses, los idolatraba sin darse cuenta que poco a poco alejaba y olvidaba a todos los de su entorno.
Esta situación lo orilló a tomar la decisión de dejar definitivamente a su esposa amante, bajo la excusa de “no eres tu, soy yo”, aunque solicitaba consideraciones de ver a sus hijos a la hora que quisiera, además de no tramitar el divorcio bajo el argumento de no querer problemas legales.
La indecisión de quien era, supuestamente el hombre de su vida, hundió a Sandra en la inseguridad y soledad, pues la salida constante de sus hijos la llenaba de miedos, jamás se había separado de ellos.
Luego de una tarde de enfrentar duramente a sus fantasmas y demonios, entendió que el hombre no debía tener consideraciones y ella tenía que poner límites, dictar reglas y resurgir como el ave fénix, de la mano de sus pequeños.
Inició la demanda de divorcio, estableció horarios de visita ante el juez, fortaleció los lazos de familia con tres integrantes y caminó hacia un destino de estabilidad y paz emocional que se reflejaba en cada logro alcanzado por los tres.
La ex pareja, con el paso del tiempo quedó sin amigos, incluso sin aquellos por los que dejó a todas las personas que lo amaban, la soledad lo alcanzó, fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo que había perdido, aunque aprendió a reconocer sus errores, pedir perdón y resarcir los daños; por lo menos así pudo vivir en paz, aunque solo.