Misterios
La oscuridad se había adentrado en la habitación, pasaban de las dos de la madrugada, en segundo plano se alcanzaba a escuchar la pelea entre dos gatos, o posiblemente eran los maullidos lastimeros al encontrarse en el clímax de la reproducción.
A estos sonidos se mezclaba el diálogo entre personas, como una primera impresión parecían ser niños quienes instantes después empezaban con gritos llenos de miedo, que se complementaban con una voz que podría ser la causa de su espanto, mismo que vociferaba “vas a flotar”.
Enseguida se incorporó a la sinfonía de sonidos, el portazo de un carro, y algunos otros ruidos extraños que podrían simular el intento o el robo de la unidad, pero se trató de unos instantes, pues el escándalo desapareció.
En un plano más cercano se escuchaba el “gruñir” de unas tripas, no asemejaba al sonido de un movimiento intestinal por cuestiones de hambre, éste se acercaba más a una razón emocional, de preocupación, de una inquietud de impresionante magnitud que no permitía el descanso gastrointestinal y mucho menos el mental.
Finalmente el conjunto de sonidos que no lograban mezclarse para integrar una historia clara, terminó por crear confusión y la ansiedad por saber lo que pasaba fuera de los sueños en los que ya se había introducido hace un par de horas.
Abrió los ojos, primero se ubicó en el espacio y tiempo, se encontraba en su habitación; al incorporarse de la cama observó la televisión y en ella pasaban la película de terror “IT” (el payaso Eso), de ahí la voz “vas a flotar.
Dio unos pasos hacia la ventana y recorrió la cortina para verificar lo que sucedía en la calle, emitió un suspiro al comprobar que su vehículo continuaba estacionado, desechando con eso la teoría de un intento de robo; y al dirigir la mirada a la entrada del vecino de enfrente, vió a la pareja de gatos pegados, sin duda los maullidos eran producto del clímax sexual.
Una vez resueltos los misterios, se acomodó en la cama para continuar durmiendo, cuando el gruñir proveniente de su abdomen le recordó la dura jornada laboral que le esperaba en escasas cuatro horas, sin duda los movimientos intestinales eran de preocupación; y ahora sí, concluidas las incógnitas, se entregó a los brazos de Morfeo.