Un súper héroe
Se dice que los padres tienen la obligación de proteger y cuidar de sus hijos; pero ese deber de protección no debe exceder los límites de la honestidad y respeto, o violentar a terceros para salirse con la suya.
Las redes sociales han jugado un papel importante, mejor dicho, han sido cómplices de la falsedad de sus usuarios; pues es en estos espacios en donde gente sin escrúpulos y a base de mentiras publican supuestos hechos que alientan a los lectores a la violencia o linchamientos para hacer justicia por su propia mano sin verificar los sucesos.
Si bien la tecnología permite facilitar diversas actividades, sirve de apoyo para acciones de localización en el caso de un delito, también es una aplicación que utilizan para desprestigiar u humillar.
Y es ahí donde la injusticia en realidad se hace visible, cuando una docente tiene que soportar pedradas a su carro, mentadas de madre, groserías en la calle y la difamación por redes sociales usadas por una madre que por orgullo propio, no por protección a su hijo, inventa una historia telenovelesca mejor que en una legendaria televisora.
La historia narrada por la progenitora en tribunales, porque hasta ahí llegó, mencionan hasta el intento de violación en contra de su hijo por parte de un compañerito, cabe aclarar que se trata de pequeños de kinder.
La verdadera víctima, es decir, la maestra aún no dimensiona el impacto de las mentiras de la madre ofendida porque le solicitaron acudir a un psicólogo porque el niño tenía problemas emocionales, aunque ciertamente quien los necesitaba era la mamá.
Tantas subidas y bajadas de emociones, dudas, preocupaciones y gastos legales hundieron a la docente, solo quería renunciar a su cargo y darle la razón a la quejosa, aunque no era la verdad; estaba afuera de su escuela para despedirse de los recuerdos, triunfos, vivencias, experiencias, la mayoría cargadas de alegría y aprendizaje, y compartidos con todos los pequeños.
Parada frente a la puerta de la escuela, llorando incesantemente, llegó uno de los alumnos, el pequeño la abrazó y le pidió que ya no llorara más, le dijo que él también sufre mucho porque sus papás no están juntos y que en ocasiones llora, pero cada día que se levanta lo hace con alegría.
La maestra siguió llorando, pero no con tristeza sino con ánimos renovados para continuar la batalla; esa personita que la abrazaba se había convertido en su salvación, motivación y desde ahora su súper héroe.