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RELATOS DE VIDA

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La Puerta

Y un día simplemente se fue, tomó los pedacitos regados de su corazón, alzó la cabeza, dio un último vistazo a los rincones que la resguardaron tanto tiempo y que acompañaron su dolor en silencio y cruzó la puerta para no volver.

Salió temerosa y tambaleante, como los primeros pasos de un niño, pero con la firme de idea de que el exterior le daría nuevas oportunidades de vida, mejor dicho le daría una vida, una que jamás tuvo por estar esperanzada en algo que no iba a ser.

De vez en vez volteaba atrás para ver esa casa que en un principio parecía iba estar colmada de amor, caricias, detalles, comprensión y respeto, pero la sombra de los recuerdos que aún la acompañaba la empujaba a regresar a su andar.

Sabía su destino, era un parada temporal, la casa de una eterna amiga que le abrió las puertas en apoyo a tomar la decisión de cambiar su destino, pero el camino le parecía interminable, pese a que sus monstruos en un acto de solidaridad le decían que no volviera jamás.

Cuando por fin llegó, el abrazo de bienvenida le demostraba que la vida no era mala, que si bien había altas y bajas, no siempre debía ser terrorífica, angustiante o humillante; en tanto lloraba y se fundía en un abrazo que a la vez le quitaba la venda que por años permaneció en sus ojos.

Solo un mes permaneció en ese hogar, había encontrado un trabajo, una nueva casa y también nuevas amistades; sus experiencias habían cambiado y su transformación interna y externa eran imposibles de observar.

Ya eran dos años, en este nuevo andar en el que retomó confianza, seguridad, fe en la humanidad e ilusiones, hasta que un día al abrir la puerta, sus pesadillas regresaron al encontrar parado frente  ella a la persona que tanto daño le había causado.

Llevaba un arreglo floral, lucía flaco, ojeroso y desalineado, no pudo evitar sentir pena, aunque la invadía el miedo. 

– ¿Qué haces aquí? – preguntó la mujer –. 

Has cambiado mucho, te ves hermosa, me alegra mucho verte – contestó la visita –. 

-Pues, gracias –, replicó titubeante y continuó: – pero ¿Qué haces aquí?.

-Me di cuenta de lo importante que eres para mí, te he extrañado mucho y quiero pedirte que me des una oportunidad, he cambiado mucho y estoy seguro que ahora sí podremos formar el hogar que tanto me pedías.

Por un momento la mujer permaneció callada, el cariño que aún guardaba en sus entrañas le hicieron pensar que sus palabras eran ciertas, pero en un rápido regreso al tiempo recordó el momento en el que salió del supuesto hogar y al voltear sus monstruos le decían que no volviera jamás.

Y fueron nuevamente esos mismos entes, los que la impulsaron a cerrar la puerta y finalmente, con seguridad, concluir un ciclo que a pesar del tiempo seguía abierto porque el simple deseo era verlo así, tal como lo vio.