Negociaciones
El simple hecho de dar un vistazo rápido al interior de la casa permite imaginar que ha pasado un ciclón: ropa tirada, zapatos regados, juguetes en todos los rincones, y qué decir de los trastes, parecen gremlins, que al echarles agua para lavarlos se multiplican.
Tan solo un día antes el pequeño hogar relucía de limpio, como si Cenicienta hubiera pasado de visita y para no perder costumbre de su rutina, comenzará con la limpieza, pulido de las ventanas y fregando el piso y el baño, como si la fregada diaria no pesara.
Sin embargo, la belleza no duró ni siquiera un día, y en tan solo media hora, por simplemente ver una película y disfrutar de comida chatarra para simular un cine, la casa se descontroló, y la limpieza valió.
La faena era inminente, y la delegación de tarea tenía que realizarse democráticamente para que los integrantes de la familia trabajarán con ganas, sin distracciones ni contratiempos, para dejarla nuevamente reluciente.
La distribución de responsabilidades se complicó, aunque el mayor número serían desempeñadas por la jefa de familia, porque el arreglo de juguetes tirados por toda la casa era una tarea que querían evitar, principalmente el más pequeño y autor del desorden, así que empezaron las negociaciones:
- Mamá, yo propongo que mi hermana arregle los juguetes y yo limpio la sala.
- No lo creo, esa debe ser tu obligación porque tú ocasionaste ese desgorre.
- Es que mami entiende, yo digo que ella acomode los juguetes porque yo estoy más chiquito y me voy a tardar más.
- No, además lo chiquito no te impidió hacer ese tiradero.
- Por favor mami, mira, que ella empiece a limpiar y cuando yo terminé de la sala me voy a ayudarle.
- Entiende que no, tu hermana va a limpiar su cuarto, mismo que tú convertiste en un lugar inhabitable.
- Mira ma, lo que yo creo es que quieres más a mi hermana y por eso me quieres dejar el trabajo más duro.
- No, yo los quiero igual, solo que tienes que hacerte responsable de tus desastres; te he dicho miles de veces que después de jugar o usar algo lo dejes en su lugar, pero te entra por un oído y te sale por otro, además… – en ese preciso momento y antes de que siguiera remarcando sus errores, el pequeño interrumpió a la madre diciendo – ya mamá, ya entendí, haré limpieza en los juguetes.
La mamá, sonrió, dio la vuelta y se fue a lidiar su primera batalla, lavado de trastes; aunque ya no le parecía tan rudo el deber, la negociación había sido satisfactoria y ganó al pequeño abogadito.