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RELATOS DE VIDA

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Hasta la garganta

Me prometí que no lo volvería hacer, el ardor en la garganta y las lágrimas resbalando por las mejillas al no poder respirar con normalidad, es una sensación agridulce, que bien es satisfactoria pero también dolorosa.

Todo empieza con la puntita, al masajear con la lengua y dar una buenas chupaditas, el preámbulo perfecto para llegar a la necesaria e incontenible mordida, que puede considerarse el clímax del acto.

Al principio puede sentirse un pequeño hormigueo en la lengua el cual se extiende hasta la boca y que te impulsa a introducirla completamente en la cavidad hasta llegar a la garganta, y pese al escozor no quieres parar.

Introducir una tras otra conduce a la producción de sudor en la frente, el inicio del lagrimeo o bien la insuficiencia respiratoria, solo la coordinación perfecta entre la nariz y la boca para dejar entrar aire disimula un poco la asfixia.

Es una adicción en donde la intermitencia de chupada, mordida e inhalar aire, lo convierte en un acto peligroso, inquietante, delicioso, gustoso, culposo, sabroso, además de sufrible pero que te invita a continuar.

El top de la experiencia es cuando a la lágrima, el sudor y ardor se suma el escurrimiento nasal para finalmente implorar que acabe, porque el dolor te ha llegado hasta la garganta, y nuevamente vuelves a decir, ya no volveré a comer papas Sabritas con habanero.