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RELATOS DE VIDA

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Una rociadita

La cantidad de actividades por realizar en el día ya habían puesto los nervios de punta en madre e hija, los tiempos de traslado y las obligaciones propias de cada una de ellas no empataban del todo y era necesario un esfuerzo doble para cumplir.

Juanita, madre de Rosaura, había estado molesta de una muela y necesitaba una cita con el dentista, la agendaron en punto de las 6 de la tarde, por ello la hija tenía que iniciar el traslado después de la comida para llegar a tiempo por su mamá, el tiempo era de aproximadamente tres horas, ida y vuelta.

Los minutos les favorecían, llegaron a tiempo a la consulta, mientras Rosaura compró un café, después de disfrutarlo y calmar sus aspiraciones, se dirigió nuevamente a la tienda a comprar un sándwich y agua, y mientras degustaba ingresaba a sus redes sociales para matar el tiempo.

Por fin Juanita salió del consultorio, hablando raro, con un cachete hinchado y adolorida, aunque el semblante era de alivio pese a la descomposición de su rostro por la anestesia y la manipulación en la pieza.

El camino de regreso a casa fue placentero, Rosaura escuchaba atenta las travesuras de su mamá cuando pequeña, las aventuras en su juventud, las historias con sus pretendientes, hasta que cuestionó nuevamente sobre su nacimiento, la historia ya no era muy clara del todo.

Antes de llegar al destino, pasaron junto a una tienda de conveniencia para tomar otro café, Rosaura ya llevaba dos, más un litro de agua y no había tenido oportunidad de ir al baño antes de empezar el viaje.

Aunque no faltaba mucho por llegar y el traslado en el carro se volvió más rápido, ya no iba a poder más, al comentarle a Juanita ella le sugirió que parara en un callejón e hiciera del baño en la calle, ella, la puerta del carro y la noche la cubrirían.

La pena y el perro escenario, que la vieran, no fue limitante así que siguió al pie de la letra el consejo de la mamá, descendió del carro, Juanita ya estaba parada a un lado de la puerta del copiloto, Rosaura llegó con ella, se agachó mientras bajaba los pantalones y la pantaleta y dejó que todo fluyera.

Al parecer todo iba bien, hasta que su madre comenzó a reírse, no hubo necesidad que Rosaura preguntará el motivo, al observarle los pies estaba salpicada, no aguantó la pena pero tampoco la risa; terminó se acomodo la ropa y subió al carro.

Al llegar a casa de su madre, aún riendo, le sugirió dejara los zapatos en la terraza y se lavara los pies, y se olvidara del incidente, aunque en su viaje de regreso recibió la llamada de su hermano para recordarle la experiencia, comprobando que Juanita no lo olvidaría.