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RELATOS DE VIDA

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Notitas para recordar

Jorgito, un hombre devoto de avanzada edad (probablemente cerca de los 60 años), tenía como hábito la lectura de la biblia, y en ocasiones por el cansancio derivado del trabajo, se quedaba dormido dejando el libro abierto.

Al despertar e intentar regresar a la lectura, no lograba recordar totalmente la línea en la que se había quedado reiniciando la actividad, lo que resultó al paso de tiempo un tanto tedioso y además le restaba interés para leer.

Un día, tomando una siesta en el sofá de la sala, ideas comenzaron a llegar a su cabeza, todas ellas encaminadas a tener un artículo que pudiera poner en la hoja de su libro que le indicara en qué página y línea había detenido la lectura.

En los primeros intentos, cortaba pequeños pedazos de periódico o de cualquier hoja o material ligero que se encontrara cerca de su asiento para colocarlo sobre la hoja; sin embargo la estrategia fue deficiente, pues al cargar el libro o moverlo, los provisionales separadores se caían, perdiendo nuevamente el punto de partida para su hábito.

Cierta ocasión, haciendo limpieza en su lugar de trabajo, una empresa de fabricación de pegamentos, observó el frasco que contenía un líquido viscoso, se trataba de un proyecto fallido de un adhesivo que debía ser fuerte, no obstante la goma era débil, podía sostener algo ligero pero por poco tiempo; así lo decía el expediente.

Fue ahí que llegó a su mente colocar una pequeña proporción de pegamento en un pedazo de hoja para ponerla en la línea y hoja de su Biblia, hasta la cual había llegado con la lectura; se llevó el frasco y llegando a casa implementó la estrategia.

Llegando a su hogar buscó hojas, las cortó en pedazos con diseño cuadriculado, con ayuda de un pincel a una de ellas le untó un poco de adhesivo y lo puso en el buró ubicado a un lado; leyó unos cuantos Salmos y cuando sintió que estaba a punto de quedarse dormido tomó el experimento y lo pegó.

Al día siguiente, tomó el libro para llevarlo a su trabajo y notó que nada cayó; lo abrió y sacudió y seguía sin caer la pequeña hoja; lo despegó, volvió a pegar, movió la Biblia de lugar, la agitó fuertemente y el nuevo invento permanecía en su lugar.

Estaba feliz y recordó que esa imagen estaba en sus sueños, pero no se trataba de un Deja Vú, habría logrado un hallazgo inesperado, suscitado de manera accidental; simplemente se trataba de una serendipia.