¿A quién saludaste?
Faltaban algunos minutos para que sonara la chicharra que anuncia que la jornada escolar ha concluido. Gaby se prevenía guardando sus libretas y recogiendo de su pupitre tatuado de rayones cargados de estrés, todas sus herramientas de estudio, un lápiz ya sin goma, unos lapiceros en color rojo, negro y rosa, su favorito.
Los colocaba cuidadosamente haciendo un inventario de sus pertenencias; en tanto también recordaba el acuerdo con su papá de no entretenerse en el camino hacia la parada, a 15 minutos de la institución, porque su mamá pasaría por ella, después de recoger a su hermano de la secundaria.
Tal como lo había instruido su padre, después de sonar la alarma, tomó su mochila y acompañada de sus amigas caminó hacia la entrada en donde se despidieron, ella continuó su camino incrementando la velocidad de sus pasos para estar a tiempo en la parada.
Solo 10 minutos tardó en llegar a su destino, y mientras esperaba se acomodó en la jardinera para revisar sus redes sociales y así matar el tiempo, pasaron 15 minutos y la desesperación comenzó a invadirla, comenzó a realizar algunas llamadas con amigos mientras echaba una mirada a los carros que se avecinaban con la esperanza de que alguno de ellos fuera el de su mamá.
Cerca de tres pláticas inició y terminó, un tiempo aproximado de 20 minutos más, cuando alcanzó a ver el automóvil, se levantó de la jardinera, colgó su mochila y se acercó a la orilla de la banqueta, para subir rápidamente ante la señalética de prohibido estacionarse; sin embargo no pudo realizar la acción pues el carro pasó de frente, alcanzando a ver a su hermano decirle adiós con la mano derecha.
Con la duda de por qué no se detuvo su progenitora, sólo vio al carro alejarse, intentó hacer una llamada pero ya no tenía saldo, a pesar de la desesperación intentaba calmar sus pensamientos e idear una estrategia para resolver la situación.
Mientras en el automóvil, la mamá de Gaby pregunta a su hijo, – ¿A quién saludaste- y con un tono de burla pero de manera inmediata responde – A Gaby- soltando la carcajada- ¿A tu hermana? No puede ser, se me olvidó que tenía que pasar por ella ¿Por qué no me dijiste en el momento? Llámale por favor, dile que ya vamos por ella – respondió.
Mientras, Gaby continuaba pensando qué podía hacer, pues no traía dinero para poder alcanzarlos en taxi, recibe una llamada del teléfono de su madre – ¿Gaby? – le señala la voz de su hermano – Dice mi mamá que no te muevas de ahí, que ya estamos llegando al retorno para regresar por ti – instrucción seguida de otra carcajada.
Finalmente el automóvil se estacionó frente a ella, la ventanilla del copiloto bajó lentamente, cruzaron algunas miradas, y sonrieron simultáneamente.