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RELATOS DE VIDA

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A las escondidas

Cerca del mediodía, así lo marcaban los rayos del sol que se entremezclan con vientos gélidos; algunos pasajeros esperaban impacientes el transporte público, algunos bajo la calidez del astro rey y otros más bajo la sombra que amablemente proporciona el puente.

 

Mientras esperan, revisan sus celulares, la mensajería o bien las redes sociales; unos más observan al horizonte mientras piensan en la organización del día, surtir la despensa, ir por los niños a la escuela, llegar puntual a clase y terminar la tarea olvidada, atender citas de trabajo; la mente está ocupada pero centrada en reconocer cuando se acerque la unidad de transporte.

 

La concentración es tal, que nadie se percató cómo o por dónde llegó, simplemente rompió esa concentración diciendo – ¿tendrás una moneda que me puedas dar para comer ? – delgado, joven como de 18 años, su ropa no estaba rota pero sí mugrosa, no mugre que se acumula por el tiempo, suciedad del lugar donde pasó la noche, parecía tierra o arena, tenía el cabello desenmarañado, y transmitía nerviosismo.

 

Los presentes daban algunas monedas no por ayudar, sino por alejarlo; otros más siguieron observando al horizonte pidiendo que llegará pronto la Urban; después de recoger unas cuantas monedas, el joven caminó sin rumbo fijo, eso explicaba su mirada perdida, mientras volteaba en repetidas ocasiones comprobando que no era perseguido, seguido de un acercamiento de su mano a la nariz, probablemente “la mona” que le provocó el nerviosismo, se fue alejando hasta perderse en el camino.

Minutos después llegó el transporte público, todos abordaron y surgió el tema del joven de las monedas, unos usuarios señalaron que se le ha visto en diversas colonias, duerme en terrenos baldíos o en casas abandonadas, y tarda en regresar a cada lugar aproximadamente un mes; al parecer alguien busca saldar cuentas por un delito cometido; por eso vive a escondidas.