RELATOS DE VIDA

RELATOS DE VIDA
Photo Credit To Diario Plaza Juárez

En la fila

La fila de personas para realizar el trámite es considerable, algunos están pegados al celular deslizando hacia arriba o a los lados la pantalla táctil, unos más revisan y organizan sus documentos, algunos otros todavía corren a buscar un lugar para imprimir o sacar copias, porque les faltan, y algunos más observan hacia todos lados, escudriñan a los que se integran y a los que acceden al hospital.

Cada quien en su mundo, en su silencio, en sus pendientes, y de repente una voz irrumpe el momento individualista, al voltear un hombre alto y robusto comienza a contar su historia, no sin antes pedir disculpas por molestar a los presentes.

Con voz serena cuenta que llegaron alrededor de las 2 de la mañana a la instancia médica, trajo a su hermana de emergencia porque por la noche su cuñado pasado de copas le propinó tremenda golpiza dejándola inconsciente y casi moribunda, la parte de cómo se enteró del ataque y como la trasladó fue inaudible, pero posiblemente los de la fila no se percataron de los detalles.

Siguió narrando que cerca de las cuatro de la mañana, es decir, dos horas después de arribar al nosocomio, una médica se acercó a él a la sala de espera para anunciarle que desgraciadamente su hermana había fallecido.

Aseguró que al ser foráneo, además de los trámites para certificar la defunción tiene que pagar los servicios del ataúd, así como su traslado, ascendiendo a una cantidad exorbitante aunque para nada alejada de la realidad, porque morir también es muy caro.

El hombre sereno y con cansancio en los ojos, manifestó que solicitó el apoyo de su familia, juntando casi el 90 por ciento del monto total, aunque le faltaban cerca de 3 mil pesos para poder llevar a su hermana a darle una despedida decente y apegada a los valores religiosos.

Ahora con voz más fuerte y continuando con las disculpas hacia los presentes, solicitó el apoyo de las personas que integraban la fila, mostrando papeles que acreditaban lo que elocuentemente había contado; algunos se acercaron con billetes de pequeñas denominaciones, otros más con monedas, y en cada gesto de solidaridad el hombre enunciaba seguro y agradecido: “Dios los bendiga y se los multiplique”, y después ingresó al hospital.

La gente cuchicheaba, sugerían que acudiera a las autoridades para solicitar apoyo y también solicitara a los médicos que sabían de la situación de la hermana, que lo acompañaran para que la gente le creyera, sobre todo ante tantos mentirosos que abusan de la empatía y solidaridad de las personas.

Aunque cualquiera que hayan sido las sugerencias, la mayoría de los que aún se encontraban haciendo fila para un engorroso trámite de salud, seguramente coincidieron en que fuera verdad o mentira, no quisieran pasar una situación similar, en la que un familiar cercano y querido fallezca a manos de otra persona, y también tener que pedir dinero para poder trasladarlo a su último destino.

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