
La grandeza
El reloj marcaba un poco más de las 10 de la noche, la calle estaba en parcial oscuridad porque las lámparas seguían sin funcionar y los negocios que alumbran un poco el andar, habían acabado de laborar.
Con un tanto de miedo por la penumbra caminó sin parar, solo unas cuantas cuadras faltaba para llegar a su hogar, las piernas ya no respondían al 100, por los tacones usar.
En un instante, el panorama cambió, el cielo proporcionaba luces a través de las nubes, eran relámpagos que anunciaban la inminente llegada de un torrencial, y aunque el estruendo posterior a la iluminación era mortal, pedía que la luz siguiera para llegar.
En minutos, que le parecieron eternos, por fin su destino alcanzó, los tacones aventó, al baño corrió y la tormenta se azotó acompañada de relámpagos constantes que seguían iluminando la oscuridad de la privada, y pese a que el sonido era fatal, agradecía su majestuosidad por permitirle a su casa arribar.
Ahora descansa en su cama después de un día laboral, la arrulla el sonido de la lluvia y el agua correr, y aunque en momentos es escalofriante, sus miedos ha logrado vencer.