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Recuperemos el valor real de la política

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Recuperemos el valor real de la política

RETRATOS HABLADOS

El ejercicio profesional de la política permite la llegada a esta tarea, vital en toda sociedad, de perfiles preparados, capacitados para trabajar en la búsqueda de los caminos para que sus representados tengan mejores oportunidades de vida. Lo mismo en la parte legislativa, que, en la ejecutiva, donde no puede, ni debe impulsarse el arribo de hombres y mujeres, cuyo único atributo sea la lealtad ciega a su líder. Hacerlo así, deriva en una devaluación del ejercicio político, porque de buenas a primeras nos topamos con verdaderos personajes impresentables, que se transforman en la garantía de que cualquiera puede y debe tener acceso a ser, por ejemplo, representante popular.

Hemos sido, en todo momento, testigos de la forma en que sujetos, no solo sin un perfil profesional, sino convencidos de que la política es un circo pletórico de payasos, histriones de baja ralea, además de tonadilleros de medio pelo, se convierten en la muestra de que un Congreso debe ser  “democrático” y “popular”, pero descubrimos que se trata de un lugar que no puede, ni debe estar sujeto a esas condiciones.

No es asunto de llevar, por ejemplo, al Senado de la República, a los esperpentos que, cierto, han existido todo el tiempo, pero que parece en estas fechas se han reproducido de manera escandalosa, por lo que ahora la consigna ya es: “si ese o esa llegó, sin ningún conocimiento, mucho menos estudio, ¿por qué yo no he de ser?”.

Hoy todas y todos se apuntan, porque están seguros que se trata de un sorteo, como el de la Lotería (que dicho sea de paso sí equivale a eso), en el que no importa condición, capacidad, estudios, proyecto de vida, porque todos, absolutamente todos tienen el derecho de votar y ser votados, como dice la Constitución.

Es cierto, todos, pero tomar de manera literal lo que dice la Carta Magna es un riesgo y grave, que ya vemos con sujetas y sujetos investidos como legisladores federales, y que son un verdadero oprobio a lo que un tiempo se pensó debían ser nuestros representantes populares.

No va por ahí el asunto, y no debe ir por ahí.

Porque entre todos, desde tiempos inmemoriales, ya hemos hecho, y mucho, para llevar a un desprestigio casi absoluto lo que un tiempo fue el buen ejercicio de la política.

Debemos llevar, más allá del partido político con el que usted simpatice, a nuestros mejores hombres y mujeres a los encargos de representación popular, no los que simplemente harán bola para aprobar leyes al gusto del que los contrató para ser sus comparsas.

Ese será el único camino para salvar al país, para salvarnos.

No hay de otra.

Por lo mientras, todos y todas exigen que se les dé cabida en la posibilidad de llegar al Senado de la República, y téngalo por seguro que si se les preguntara si se sienten capacitados o capacitadas para cumplir ese encargo, no pocos contestarían: “qué, a poco hay que prepararse para esto; ¿mire a ese, mire a esa, no me diga que son gente preparada?”.

A los que se refieren no. Pero el país no se ha caído por los que toda su vida la dedicaron a capacitarse, para ser político, no comparsas del poderoso en turno. Político hace política; y política, pese a todo, es un trabajo digno cuando se hace con talento, con la conciencia plena de que se tiene en las manos el destino de todo un Estado o un país.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta