HOMO POLITICUS
Cuando se evoca a la revolución francesa, invariablemente, resalta el valor y el orgullo de la ciudadanía, el ascenso de los hombres comunes que de pronto eran reconocidos por la matriz del Estado en un ámbito jurídico de igualdad y horizontalidad.
Pero, Francia y su revolución están distantes, lejanos para la mente común y, hoy, se presentan otros escenarios para el ciudadano, el cual es residual a la toma de decisiones del Estado y se ha vuelto en la marioneta del poder, las más de las veces.
En los hechos, las personas poco evocan a su estatus de ciudadanía para defender un derecho, poco se enorgullecen de su ciudadanía y de lo que puede valer esta como porción de la llamada “soberanía popular”, cuestión que es una retórica que desde hace décadas en la mayor parte del planeta, se deja sentir como alegoría de discursos vacíos de políticos del Gatopardismo.
El ciudadano se ha convertido en un número, en un ser sin rostro que no puede apelar a casi ninguna forma de representación de la clase política, precisamente, porque la clase política se representa a ella misma y, ha encontrado en aquello de “juez y parte”, el mejor de los empoderamientos para esgrimir sus propios deseos y con ello erigirse en el semidiós que conocemos.
El pueblo sigue siendo el pueblo, el eufemismo del “ninguno”, aquel sin sitial, perdido en la ambigüedad absoluta, donde en su nombre se concretan las más oscuras y mezquinas intenciones, para pasar al olvido y ser enclaustrado en nombre de la democracia y la libertad.
Si alguien conoce que algún ciudadano reconoce su ciudadanía con orgullo, ello es un caso insólito, digno de cacarearse, en los hechos, las personas no apelamos a la ciudadanía como forma de incidir en el poder político, somos comparsas brutales y absurdas de campañas que encumbran a los que no miran para abajo, porque el poder político se ha convertido en un pedestal de seres celestiales cuyas canonjías evidencian un salvajismo inédito en la historia de la humanidad. Ciudadano y neoesclavismo político son sinónimos.