¿Quién gana meciendo la cuna?

¿Quién gana meciendo la cuna?

PIDO LA PALABRA

Tiempos difíciles se ven en el horizonte de la política hidalguense; pareciera que a alguien le interesa que la tranquilidad por la que el Estado atraviesa se vea empañada por los nubarrones de la incertidumbre asustando con el petate de la desestabilización; la lucha por el poder genera enconos, odios y tornados sociales en donde la sociedad entera pierde; la política pierde la poca credibilidad que aún le quedaba, las autoridades pierden progresivamente el apoyo tan necesario en el desarrollo de la entidad, y el ciudadano pierde la paciencia que le hace aguantar la situación de crisis en las que nos han envuelto la frivolidad, la ambición, las corruptelas.

Luego entonces, ¿quién gana meciendo la cuna?, hoy hervidero de conflictos como el de la UAEH que no han podido ser resueltos por falta de voluntad política de los involucrados, que han preferido darles la espalda a los problemas y dejar que la violencia o el tiempo los resuelvan; la omisión, además de demostrar ineptitud, también es una forma de corrupción.

Así tenemos problemas que se han ido añejando, y a pesar de los rezos de los ineptos, el tiempo no ha dado la solución; lo “curioso” del asunto es que “casualmente” estos problemas se avivan en etapas previas a procesos electorales; esto sugiere la posibilidad de que alguna mano guste de mecer la cuna aún a costa de los resultados que pueden ser fatales, esa mano debe ser cercenada resolviendo de tajo el conflicto; el miedo -que no prudencia- de los que deben resolver, solo fortalece el objetivo de los mezquinos que buscan la desestabilización social.

Mientras el cenit de la lucha sea el poder, resultará prácticamente imposible lograr acuerdos de doble vía; todos querrán tener o mantener el control, que en palabras lisas y llanas, representa estar a cargo del poder económico y político, hacer y deshacer, mandar e imponer la voluntad del líder en turno, ampliar y fortalecer su ámbito de influencia; nadie suelta el poder sin dar una cruenta lucha que terminará por debilitar la estructura que se defiende con uñas y dientes.

La historia que estamos viviendo y escribiendo los hidalguenses probablemente esté llena de tramas urdidas en lo oscurito por sediciosos y conspiradores profesionales, quienes hacen de la agitación un suculento negocio personal, no necesariamente en dinero como pudiese pensarse en principio, la ganancia en estos tiempos también se capitaliza en poder político, control social de gente desesperada que es peligrosamente manipulada por profesionales de la mentira y la sedición.

Pero hasta hoy, esos sedicentes líderes defensores, de uno y otro bando, no han sido capaces de presentar una faceta propositiva; para los detractores profesionales es más fácil destruir que construir; es más sencillo alimentar un sentimiento de inferioridad y resentimiento en esas masas; crear un ambiente adecuado para justificar sus acciones sediciosas, y luego, aprovechándose de ese rencor inyectado, maquinar ofensivas encaminadas a la desestabilización social.

Pero los profesionales de la agitación se cuidan bien de no ensuciarse las manos; pues en una combinación de astucia y cobardía, avientan por delante a mujeres y niños, usándolos como carne de cañón, esperando que algún desquiciado tire la primera piedra y con ello, enarbolar una nueva bandera, la de la represión social; no importando que la sangre derramada haya sido motivada por la esquizofrenia de su ambición; habrá golpeados, habrá golpeadores; luego, el manipulador obsesivo habrá conseguido parte de su objetivo: victimizar al movimiento que encabeza; aunque no haya sido su sangre la que corrió.

Es  momento de poner un hasta aquí, no permitamos que los manipuladores sociales sigan envenenando nuestra voluntad; es inobjetable que habrá posiciones políticas que no sean de nuestro agrado, o que en verdad éstas lleven razones ocultas que a la larga desvirtuarán las posturas enunciadas; pero en nuestro estado de derecho nos hemos establecido los caminos para dirimir esas diferencias; no es la desestabilización social la ruta que conviene a millones de mexicanos, ni tampoco a los hidalguenses; es en la conciliación y no en la violencia donde debe estar la respuesta.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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