PIDO LA PALABRA
• La postura de la no violencia se ha tomado como una especie de permiso para seguir delinquiendo
Tiempos difíciles se ven en el horizonte de la política, pareciese que a alguien le interesa que el débil clima de estabilidad se viese empañado por los nubarrones de incertidumbre; la lucha por el poder genera enconos, odios y tornados sociales en donde la sociedad entera pierde; la política pierde la poca credibilidad que aún le quedaba, las autoridades pierden progresivamente el apoyo tan necesario en el desarrollo del País, y el ciudadano pierde la paciencia que le hace aguantar la situación de crisis en las que nos han envuelto los otros datos del Gobierno, la ambición de los dinosaurios de la política, y las corruptelas de tanto parásito que para lograr sus objetivos suelen embadurnarnos de elogios en cada proceso electoral
Luego entonces, ¿quién gana meciendo la cuna en el País?, hoy hervidero de conflictos que no han podido ser resueltos o que incluso, tradicionalmente se ha preferido darles la espalda y dejar que el tiempo los “arregle solos”; la omisión, además de demostrar ineptitud, también es una forma de corrupción.
Así tenemos problemas de los autonombrados anarquistas, en donde el “dejar hacer, dejar pasar” puede provocar tragedias graves y pasar de los daños materiales a los daños humanos.
La postura de la no violencia se ha tomado como una especie de permiso para seguir delinquiendo; me pregunto cuanto tiempo se sostendrá la tesis de conciliar en vez de hacerle frente a la realidad; no, ya no somos tan felices, cuando menos en Hidalgo la tranquilidad se ha ido desvaneciendo.
Lo único seguro es que hay muchos intereses económicos en esta lucha que tiene mucho de política y escasamente de social, los ancestrales caciques ávidos de poder siguen pretendiendo el control y no dudarán en usar todas las mañas que encuentren a su paso para recuperar el ejercicio político.
Mientras el cenit de la lucha sea el poder, resultará prácticamente imposible lograr acuerdos de doble vía; todos querrán tener o mantener el control, que en palabras lisas y llanas, representa estar a cargo del poder económico y político, hacer y deshacer, mandar e imponer la voluntad del líder en turno, ampliar y fortalecer su ámbito de influencia; nadie suelta el poder sin dar una cruenta lucha que terminará por debilitar la estructura que se defiende con uñas y dientes; pero la ambición también termina por destruir al ambicioso, aunque a su paso arrastre con todo lo que se le pone en su camino.
La historia que estamos viviendo y escribiendo los mexicanos, probablemente esté llena de tramas urdidas en lo oscurito por sediciosos y conspiradores profesionales, quienes hacen de la agitación un suculento negocio personal, no necesariamente en dinero como pudiese pensarse en principio, la ganancia en estos tiempos también se capitaliza en poder político, control social de gente desesperada que es peligrosamente manipulada por profesionales de la mentira y la sedición.
Pero los profesionales de la agitación se cuidan bien de no ensuciarse las manos; pues en una combinación de astucia y cobardía, avientan por delante a mujeres, usándolas como carne de cañón, esperando que algún desquiciado tire la primera piedra y con ello, enarbolar una nueva bandera, la de la represión social; no importando que la sangre derramada haya sido motivada por la esquizofrenia de su ambición.
Es momento de poner un hasta aquí, no permitamos que los manipuladores sociales sigan envenenando nuestra voluntad; es inobjetable que habrá posiciones políticas que no sean de nuestro agrado, o que en verdad éstas lleven razones ocultas que a la larga desvirtuarán las posturas enunciadas; pero en nuestro estado de derecho nos hemos establecido los caminos para dirimir esas diferencias.
Son los hechos y no las palabras, son las instituciones y no los iluminados los que deben decidir las formas, somos los mexicanos y no los mecedores de cunas los que debemos construir nuestro futuro.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.