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¿Que viva Trump?

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Para quien crea menos en los principios que en el pragmatismo, basta una sencilla ecuación. ¿Realmente se imaginan que un solo simpatizante de Trump va a alejarse de él por lo que diga un mexicano? ¿Creen que Trump va a recapacitar de sus dichos odiosos? Eso es no conocerlo a él ni a sus partidarios.

En las últimas semanas, queridos lectores, hemos visto una súbita epidemia de nacionalismo, cuyos contagiados parecen creer que al atacar desde México a Donald Trump le están haciendo un servicio a la patria, a nuestros paisanos que viven con o sin documentos en EE UU, o a los estadounidenses mismos al interponerse en el camino del multimillonario hacia la candidatura del partido Republicano.
Algunos por desinteresado deseo de ayudar, algunos por ignorancia o desconocimiento de cómo funciona la política estadounidense, otros porque auténticamente piensan que es su deber, y otros más porque buscan sacarle raja política al asunto, quienes se han sumado a esta campaña deberían tal vez tomarse un té de tila y detenerse a reflexionar sobre las posibles repercusiones de sus actos.
En primer lugar, para los actores políticos, sobre todo aquellos que son o han sido servidores públicos, conviene recordar que una de las máximas de la diplomacia mexicana ha sido siempre la no intervención en los asuntos internos de otros países. Y esta doctrina no es solo por respeto, sino por defensa propia: le da a México la autoridad moral para oponerse y denunciar intromisiones o abusos de otros. ¿Creen que es irrelevante?
Para quien crea menos en los principios que en el pragmatismo, basta una sencilla ecuación. ¿Realmente se imaginan que un solo simpatizante de Trump va a alejarse de él por lo que diga un mexicano? ¿Creen que Trump va a recapacitar de sus dichos odiosos? Eso es no conocerlo a él ni a sus partidarios. Por el contrario, así como ya ha usado a su favor declaraciones como las de Vicente Fox, hará lo mismo con las otras, en el momento que mejor le convenga. Cada denuncia, crítica o insulto del extranjero le confirma a los suyos que él está en lo correcto y que si lo atacan es porque está afectando sus intereses.
Si ni los principios ni el pragmatismo son lo suyo, entonces solo puede haber dos razones para unirse al coro fácil del anti Trumpismo: conveniencia personal (se entiende que política y/o electorera) o la buena voluntad y la inocencia que tan peligrosas pueden ser en política. Lo único peor que un tonto en patines es un tonto bien intencionado en patines.
Pero mientras más analizo los escenarios electorales estadounidenses, más llego a la conclusión de que, con lo deplorable que resultan tanto el personaje como su discurso, su candidatura es lo mejor que le puede pasar a las mujeres, las minorías, los vecinos y los socios comerciales de EE UU. La de Trump es la retórica más nativista, xenófoba y proteccionista desde que Ross Perot buscó la presidencia en 1992. Perot logró lo que ningún proponente del libre comercio en ese entonces: desacreditar a muchos de los argumentos de y a los oponentes serios del TLCAN.
Ahora, con un discurso mucho más radical, Trump ha logrado movilizar a un sector numeroso del electorado Republicano, lo cual casi le asegura ya la candidatura a la presidencia. Casi. Con cada día que pasa su tono y su estilo son más desenfrenados, más ofensivos, y parece que los episodios más recientes han finalmente comenzado a raspar la capa de teflón que lo protegía. Sus comentarios y retracciones sobre el aborto y si se debería o no castigar a las mujeres que lo lleven a cabo, sus ataques personales a la esposa de Ted Cruz y su defensa del coordinador de su campaña que zarandeó a una reportera parecen haber cruzado una suerte de frontera invisible, un Rubicón, que lo llevaron demasiado lejos.

Encuestas serias señalan que Trump perderá Wisconsin mañana martes, y que de ser el candidato Republicano sería fácilmente derrotado por Hillary Clinton o por Bernie Sanders. No solo eso, conduciría a su partido a una demoledora derrota en el Senado. Esto pegaría especialmente a los más “trumpianos”, los más confrontacionales, los más odiosos.

Y eso no sería tan mala noticia ¿o sí?

Así pues, y al contrario de los prohombres que se desgarran las vestimentas yo aventuro un ciertamente discreto y susurrado “¡Viva Trump!”.

Ojalá que gane lo menos y pierda lo más.
@gabrielguerrac
FB: Gabriel Guerra Castellanos
www.gabrielguerracastellanos.com