¿Qué sabemos de la violencia?

SABER PARA CONSTRUIR
La violencia crece, nos alcanza, nos mira y la miramos a la cara, sin saber en qué momento nos atacará directamente. El mecanismo cultural que debe transmitir los valores de cada sociedad, está saturado de violencia y eso transfiere.  

 
Cada día y en todos lados se habla de la violencia y de sus múltiples formas, de los distintos medios donde campea, de la delincuencia común, de la organizada y de la corrupción que las cobija; de sus causas, efectos, tipología, incremento y medios para detenerla; de sus víctimas, perpetradores y héroes; de quienes están fungiendo como autoridades pero no consiguen detenerla, por cualquier razón; o de las leyes tendientes a su regulación y de las posibles sanciones.
Cada quién opina acerca de los medios para contrarrestarla. Desde el uso de la fuerza legítima del Estado, hasta el ojo por ojo, el linchamiento y la “limpia” ejecutada por grupos extremistas, pasando por el ejercicio del derecho a la legítima defensa, la denuncia, la tenencia de un arma o de un recurso disuasorio, como alarmas, cámaras de videovigilancia, llevar consigo envases portátiles de gas lacrimógeno, aprender defensa personal, no hablar con extraños, no compartir información personal, no responder llamadas de un número telefónico desconocido o desconfiar de todo cuanto se mueva, sin faltar desde luego, la colocación de protecciones y cerraduras de alta seguridad o la construcción de murallas y rejas cada vez más altas y electrificadas.
Ese tipo de medidas extremas, están presentes en todo el espacio social. En el ámbito internacional con el cierre de fronteras y medidas como el muro de Trump, actual Presidente de los Estados Unidos de América. En lo micro, el paisaje tiene por doquier esas barreras físicas y se hace evidente en nuestras propias calles y banquetas, donde campea una sorda y agresiva privatización del espacio público, en aras de la supuesta seguridad privada del pequeño feudo.
La sensación de inseguridad crece día a día, sobre todo en el contexto urbano, lo que explica que el negocio de la seguridad haya crecido exponencialmente las últimas décadas, no sólo entre los miembros de la clase alta o media alta, sino hasta en la media baja y baja, pues ya no están libres de la desaparición o secuestro, ni del asalto en el transporte público masivo, por ejemplo.
Cada día los noticieros nos informan y alertan. Los programas de debate, las series y las mismísimas novelas, nos colocan frente a los ojos y nosotros consumimos todo tipo de escenas de violencia, secuestros, trata de personas, asesinatos, tortura, privación ilegal de la libertad, cobro de derecho de piso, agresiones con ácidos, quemaduras, lesiones por arma blanca, extorciones, atentados y masacres cometidas hasta por adolescentes, suicidios, drogadicción, fraudes, choques impactantes, corrupción. Todo eso, se transmite en cualquier horario y tiene su correlativa dosis en los contenidos de la programación infantil. Desde luego cine, música e internet, reflejan esos mismos signos de la crisis social, familiar y humana.
En el reducto doméstico, cada persona experimenta su miedo, toma precauciones, se aísla, tiene ideaciones de cómo actuará en tal o cual situación violenta dentro y fuera de casa, libra como puede las agresiones cotidianas y sale cada día a enfrentarse a la jungla, cada vez más agreste, conforme aumenta el miedo y las sobre-reacciones.
La violencia crece, nos alcanza, nos mira y la miramos a la cara, sin saber en qué momento nos atacará directamente. El mecanismo cultural que debe transmitir los valores de cada sociedad, está saturado de violencia y eso transfiere.  
Todo esto junto, parece sacado de los pasajes más escabrosos de la literatura y constituye casi un acto de sadomasoquismo, pensar en todas esas fases al mismo tiempo, aunque sea solo para describir lo que hoy por hoy sabe, vive, padece o acostumbra esta sociedad en materia de violencia.  
Ante esa realidad, la tendencia social ha sido: el endurecimiento y la cerrazón en todos los aspectos, guerra contra la violencia, tratar de limitar la natural convivencia y adoptar una posición fetal ante ese estado de cosas. Sin embargo, eso no parece estar solucionando algo.
La reflexión acerca de la raíz de la violencia humana es sumamente escasa. Cualquier opinión sobre el tema, se reduce casi siempre, al análisis de los indicadores de inseguridad que tienen como explicación última, el hoyo negro de la corrupción, donde el cuento vuelve a empezar.
En la actualidad se procura lo pragmático, tener resultados aparatosos y con finanzas sanas a corto plazo, sin preguntarse por nada que entorpezca el proyecto en turno (ya sea personal, familiar, económico, social, político, etcétera), especialmente si requiere un esfuerzo de fondo, complejo y a largo plazo, como sería en el caso, intentar trabajar con el fortalecimiento de la conciencia del ser humano y la colectiva.
Esto es algo de lo que sabemos de la violencia, pero aún está por descubrirse si esta sociedad adoptará alguna medida funcional para detener aquella escalada, si habrá una rampa de emergencia para frenar a tiempo, o qué consecuencias tendrá mantener la dinámica actual.  
*Profesora- Investigadora de Tiempo Completo de El Colegio del Estado de Hidalgo. Doctora en Ciencia Social por El Colegio de México.

Related posts