Que nadie se queje de la miserable realidad

HOMO POLITICUS
 
Terrible, miserable, asqueroso, paupérrimo, lapidario, indígnate, absurdo, infame, demencial, repugnante, nauseabundo, espantoso aterrador; en fin, así resulta el proceso electoral en puerta.

 
A decir de Lorenzo Córdova la actual cabeza del INE, pelos más pelos menos, ha señalado que hay “quienes quieren demeritar el proceso electoral” y que de ninguna manera ni el proceso como tal ni el INE, se encuentran en crisis.
 
En diferentes esferas de la realidad, las pruebas a nivel empírico se multiplican en torno a las problemáticas que ha generado la clase política ante su precaria operatividad, de igual forma, el desconcierto de esto se ha asumido en términos de una crisis de representatividad en donde la partidocracia es la causante y en donde no se da ni por aludida; procesos electorales van, realidades sociales y vienen y no parece ni inmutarse ante las condiciones que guarda el país.
 
Hablando en plata o la neta, para la mayor parte de los ciudadanos los políticos se representan a sí mismos, al igual como lo hacen los partidos, son busca curul, cargos y la arquetípica simulación de la detentación del poder, sin que ello signifique dignificar a los ciudadanos. Por ello, si bien es cierto que la población en México no es ampliamente instruida en política, el nepotismo, el autoritarismo así como la corrupción de la clase política, se ha encargado de alejar a los ciudadanos no sólo de las urnas, sino, del interés sobre lo que sucede en la realidad.
 
Digámoslo claro, el ciudadano busca solucionar al margen de la autoridad la mayor de las veces los problemas que lo aquejan, es capaz de aceptar pérdidas y no reclamar, porque el reclamo se vuelve trámite burocrático y a la postre le cuesta más dinero e incluso el peligro de sanciones que pueden llegar hasta la cárcel, por lo que suele pensar “calladito me veo más bonito”, o dicho de otra forma, “para qué abro el hocico si me lo van a romper”. La credibilidad y confianza del ciudadano en las autoridades públicas está por los suelos, es más confiable una suegra o una amante que un policía o un Secretario de Estado.
 
Por si fuera poco, como el colmo de los colmos, ya tenemos a los paladines de la ciudadanía, aquellos que van a dar la pelea en una diputación, gubernatura o presidencia municipal, a Lagrimita, Cuauhtémoc y a Carmelita Salinas, lo único que falta es que nos encontremos al pinche platanito para redondear el pastel. Ante estos ilustres personajes es mejor que nos orine un perro, que nos caiga un rayo o nos defeque una vaca, así nos llevará pronto la mierda y nos quitaremos de sufrir o sufrir la ridiculez de un proceso electoral que amenaza en convertirse en parodia de Televisa.

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