Home Nuestra Palabra Javier Peralta Que la enfermedad no lastime a la gente buena

Que la enfermedad no lastime a la gente buena

0
Que la enfermedad no lastime a la gente buena

LAGUNA DE VOCES

El frío de este principio de 2023 lastima los pulmones, hace que una tos larga, como un acorde que se sostiene hasta el infinito, tenga ecos de catacumba, dolor en el pecho, en los costados, y una creciente angustia por no saber a ciencia cierta ahora a qué nos enfrentamos, luego de años de encierro en espera de una vacuna que suponíamos nos haría inmune a todo. 

Me pregunto por qué estas enfermedades atacan con más saña a las personas buenas, y no a las que hoy en día poseen el monopolio del terror, del miedo entre la gente, gente que nos acostumbramos a ir en el automóvil y agachar la mirada cuando pasa una camioneta negra con vidrios polarizados, o blanca, que también les gusta, y al volante un sujeto que no ve la hora de mostrar a quien se le cruce, su habilidad para espantar, para dejar bien en claro que es poseedor de la llave inmediata a la muerte.

¿Por qué a estos especímenes no se les traba el pecho, no les agarra una tos que los ahogue sin posibilidad alguna de salvación, ni aquí, ni en la eternidad? ¿Por qué carajos debe cebarse el destino contra los que han intentado una y otra vez, conducirse en el amor entrañable a la vida, y por lo tanto al amor?

Pero también los resabios del Covid-19, debieran cobrarle caro a los políticos, a los hombres de poder que, por una ambición desmedida, decidieron abrir las puertas de la vida cotidiana, a esos mismos de camionetas de vidrios polarizados, negras y/o blancas, porque al final de cuentas sabemos que unos siempre van de la mano de los otros.

Sin embargo, sucede todo lo contrario, y la enfermedad arrecia contra los que por lo menos dan sentido, con su palabra, a la vida de sus más cercanos; les entregan con amor cierto la fórmula única para caminar por la existencia humana, que ha sido y será siempre la capacidad de dar, de entregar a los semejantes la esperanza.

Así que, en estos fríos traicioneros del mes de enero, no sabemos bien a bien lo que ha pasado con nuestra certeza de que la vida pone a todos en su lugar, porque no es posible entender siquiera que a la gente buena de pronto la coloque en una cama de hospital, y a los que han dedicado toda su vida a la tarea de lastimar a sus semejantes, en grandes, gigantescas camionetas de vidrios polarizados, negras o blancas, con las que a toda hora amenazan a quienes se cruzan en sus caminos. Que premie la hipocresía de los que todo prometen y nada cumplen, para que escalen más y más en la pirámide de los poderes.

No, ya pocos entienden esta lógica absurda de la realidad humana, y a lo mejor por eso estamos como estamos.

Parece que se premia al malo, y se castiga al bueno, en una historia que es ancestral, pero que siempre lastima, y complica aún más el posible entendimiento de la vida misma.

Sin embargo, el hecho concreto, es que las personas buenas siempre lo serán, no cambiarán nunca, porque tienen una fe inquebrantable en la bondad humana. 

Al final del día, a lo mejor sin que nadie lo sepa, -porque además no les gusta esa costumbre tan común entre los ambiciosos de poder que es exhibirse-, habrán conseguido logros más amplios, más ciertos que los hombres de poder, al dar las claves exactas a quienes gustan de escucharlos y leerlos, sobre la razón de ser de este paso por la vereda única y vital de la vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta