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¡Qué el apoyo llegue a las manos que lo necesitan!

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Crónica
    •    Hay fundaciones que sólo buscan tomarse una foto, que aprovechan el ánimo de los demás y que se acobardan ante el trabajo rudo que implica ser un brigadista improvisado


A casi cuatro días del sismo de 7.1 grados, que tuvo epicentro entre los límites del estado de Morelos y Puebla, que además de haber devastado estas dos ciudades también derrumbó gran parte de la Ciudad de México, la solidaridad seguía desbordándose, tanto que en redes sociales pasaban la voz de en qué comunidades tenían “sobre abasto” de ayuda.
Los centros de acopio seguían operando, en la ciudad de Pachuca, se podían ver por todos lados. Varios como el de la Plaza de Toros de la ciudad, también seguían enviando brigadas de voluntarios, para ayudar a levantar escombros y entregar personalmente la ayuda a las personas, tras los anuncios que en redes sociales surgían de “que el gobierno retenía los víveres y los empaquetaba con sellos del DIF”, en el caso de Morelos.
La Organización de la Brigada a Puebla
Llegue corriendo a la plaza de toros casi a las nueve de la noche, el viernes, estuve a un minuto de quedarme, aún alcance un lugar para la brigada que salía a Puebla, en ese momento no sabíamos a qué lugar iríamos exactamente, solo sabíamos que íbamos a Puebla. Tome un taxi con dos chicos más, no sabía ni sus nombres, nos dirigimos al punto de reunión de donde saldría la brigada. En el camino nos fuimos presentando, y en ese momento me enteré de que a Lalo un día antes le habían robado un tráiler lleno de víveres, al chófer lo interceptaron unos hombres armados, que viajaban en varias camionetas Suburban. Habían tratado de rastrear el tráiler pero al parecer le desactivaron el GPS, la unidad iba con dirección al estado de Morelos.
Luego de casi media hora de viaje, llegamos al lugar donde estaban acomodando los víveres, ahí me encontré con mi amiga Eunice, junto con dos chicos más que irían en el mismo viaje, fue ahí cuando me enteré que el centro de acopio de la Plaza de Toros, se había unido en una misma brigada con una fundación, pues a ellos les sobraba el transporte, pero les faltaban víveres, y viceversa (por ello los chicos de Plaza de Toros, habían mandado varias camionetas, con lo recolectado en el día).
Luego de aproximadamente una hora de cargar los víveres, nos dijeron que saldríamos a las cinco de la mañana, por ello nos retiramos del lugar, la casa de una chica y mía sirvieron de posada, ya que al vivir cerca del lugar y al no tener donde quedarse, les dimos hospedaje a los otros chicos.
El viaje
Minutos antes de las cinco de la mañana del sábado, ya estábamos fuera de la casa de donde partiríamos, pues teníamos que esperar a dos señores albañiles que irían con nosotros, nos reunimos antes, para identificarnos, ya que no conocíamos a los de la fundación, entre nosotros ya nos habíamos empezado a ubicar y acordamos no separarnos, ya que habían pasado casos de que habían dejado varados a varios brigadistas, por falta de comunicación.
Después de esperar más de una hora, al fin nos acomodaron en el autobús, a las seis de la mañana salimos con destino a Atlixco, fuimos en caravana, con el tráiler y 16 autos particulares de los de la fundación, entre los que iban varios médicos.
A las ocho de la mañana ya estábamos por Angelópolis, Puebla, la mayoría fuimos despertando ahí y volvimos a dormir. Casi al medio día tomamos camino para entrar a Atlixco, viajamos como 20 minutos, cuando detuvieron al tráiler, lo cual causó alarma entre los que viajabamos, que ya nos íbamos a bajar a grabar, cinco minutos después nos enteramos que eran elementos de la Cruz Roja, y que íbamos de regreso porque les dijeron que ya había exceso de ayuda en Atlixco, pero que nos escoltarían a otra comunidad en donde necesitaban ayuda, que estaba a 20 minutos.
Regresamos a la desviación que habíamos tomado para Atlixco, el autobús volvió a detenerse, lo que muchos aprovechamos para bajar un rato, fue cuando supimos que esperábamos a los otros autos que se habían quedado atrás y a más elementos de la Cruz Roja, llegaron al paso de unos 10 minutos. Los elementos no cabían en sus ambulancias, en el autobús sobraban algunos lugares, que les fueron cedidos a los paramédicos.
Otra vez emprendimos la marcha, pasó una hora y no veíamos para cuando llegar, en ese momento, se volvió a detener el autobús, bajaron todos los de la Cruz Roja, nos sorprendimos, no creíamos haber llegado, porque estábamos al lado de la autopista, en seguida subió uno de los de la fundación y dijo que seguiríamos solos, porque los paramédicos querían que dejáramos en un centro los víveres y regresáramos, todos nos negamos, pues el acuerdo fue entregar todo personalmente.
Nuevo rumbo
Luego del anunció que seguiríamos solos, nos quedamos parados un rato, para buscar a donde ir, alguien dijo que Atzala no estaba muy lejos y que también había sido muy afectado, nos dirigimos hacia allá, ya todos más despiertos y platicando.
Entrando por Izúcar de Matamoros, empezamos a ver cómo estaban las estructuras de muchas casas, el daño se extendía a escuelas e instituciones públicas, en algunas zonas ya habían restringido la entrada.
Pudimos apreciar como una escuela primaria, había sacado lo que les restaba de bancas, escritorios y un poco más de material a las canchas, pues las aulas ya contaban con el sello de “prohibido el paso”.
No dejaba de sorprendernos, como estaban los daños. Muchos edificios ya empezaban a resanar grietas únicamente con cemento, en su mayoría eran comercios, incluso un edificio que estaba señalado como el Instituto Registral Estatal Catastral, lo que nos resultó irónico. Así mismo nos sorprendió como algunas casas se lograron mantener en pie, a pesar de verse muy sencillas.
La llegada a Atzala
Eran casi las dos de la tarde, cuando al fin después de sumar ocho horas de viaje, al fin llegamos a la comunidad, el tráiler no pudo pasar hasta el ayuntamiento. Conforme íbamos adentrándonos más, observábamos cómo estaban las casas derrumbadas. Entre esa situación, algunas personas nos saludaban a lo lejos, quizás sabían que estaba llegando más ayuda.
En un inicio no se veía mucha gente en las calles, descendimos del autobús y tratamos de ver como organizamos, ya que no había un plan.
Lalo se dirigió al albergue municipal, para preguntar si necesitaban víveres, la respuesta fue negativa, dijeron que estaban llenos, en ese momento creímos que habíamos llegado a una comunidad, donde no necesitaban tanta ayuda, que si queríamos fuéramos, casa por casa a preguntar y ofrecer nuestro apoyo.
Pero alguien un poco más adelante del albergue, platicó con un señor, quien les comentó que no les daban casi nada en el albergue, dijo que sólo les habían dado, una bolsa de frijol, una de arroz y una leche.
Nos propuso, establecernos en un campo deportivo, que estaba cerca y él podía ir pasando la voz, para que la gente se acercará. En ese momento a donde estábamos reunidos, llegaron unas doctoras, que iban en la brigada, comentaron que fueron al Centro de Salud a preguntar dónde necesitaban más apoyo y atención médica, el personal les comentó de varias comunidades, y les explicaron como llegar.
La desorganización empezó a hacerse notar, pues al paso de 15 minutos nadie sabía qué hacer, por lo que propusimos movernos al campo y ahí organizarnos, además teníamos que descargar el tráiler.
Al caminar hacia el campo, pudimos notar el derrumbe de la Iglesia de Santiago Apóstol, la cual quedó devastada, ahí una chica me contó que ese era lugar donde al momento del sismo se estaba celebrando un bautizo, y se derrumbó el templo, muriendo de ese modo 11 personas de la misma familia, inclusive el pequeño que bautizaban, no pude evitar sentir como se me hacía un nudo en la garganta, estaba en uno de los lugares que habían estado tantos años en el olvido y que ahora se hacía presente con la careta de la desgracia.  
El reparto
Una organización improvisada fue lo que se montó. Como pudimos, tratamos de descargar el tráiler, haciendo cadenita humana, para organizar abajo las cosa y hacer más fácil la repartición, inmediatamente querían dar las despensas, a lo que varios propusieron mejor llenar los 16 vehículos y camionetas para ser enviados a las comunidades que mencionaron en el centro de salud, y así lo hicimos.
De pronto se hizo un caos, pues mucha gente salió de la nada a pedir despensa, les dieron como a 10 personas, pero después mejor los redirigimos al campo, les suplicamos que se fueran formando, en lo que terminábamos de descargar y de llenar los carros que se irían a las comunidades y rancherías a donde la ayuda no había llegado.
La gente acató las indicaciones, fuimos ordenando en el campo: las despensas, ropa, juguetes, artículos de higiene personal y material de curación, para hacer más fácil la repartición.
Al poco rato nos percatamos de que la gente se había formado más de dos veces, por ello se implementó, mejor una salida y entrada,  y cuando se les entregaban dos despensas, además de algo más que necesitaran les marcaban el brazo.
Más de dos horas repartiendo, estuvimos así, cuando terminamos de entregar a toda la gente que se había concentrado en el campo, en ese tiempo igual regresaron quienes se fueron a las comunidades, argumentaron que la gente les mencionó que más que víveres necesitaban ayuda para sacar escombro, y para reconstruir sus casas, pues no tenían dónde dormir, y otras bajo el riesgo seguían dentro de sus hogares.
Decisiones y enojo
Luego de escuchar los argumentos  de los compañeros, los pocos que íbamos de la Plaza de Toros ya desesperados, molestos y un poco decepcionados por la desorganización quisimos organizarnos, para ir a ayudar a la gente y sacar escombros, pues creíamos que faltaban muchas horas para regresar a casa.
Al ver que los de la fundación se organizaban para tomarse una foto, luego de la entrega, decidimos irnos al kiosco, pues estuvimos en desacuerdo con la foto.
Ahí tomamos la decisión de levantar escombros en la cabecera municipal, pues no teníamos transporte para ir a las comunidades que ya habían visitado, luego de discutir un rato nos dijeron que “hiciéramos rápido lo que íbamos a hacer, porque el autobús salía a las 17:30 horas”.
Por ello solo recogimos un poco de escombro al lado de la iglesia y tratamos de ayudar a un señor a rescatar unas láminas de su vivienda que está a punto de colapsar, lo cual fue imposible, pues las láminas eran lo único que sostenían las paredes de ese hogar.
De esa manera y  fue como regresamos a la ciudad de Pachuca, con sentimientos encontrados, con la impotencia de haber visto de cerca la tragedia y no haber podido ayudar más, con la moción de sentirnos utilizados por la Fundación “Forever Pachuca”, que sólo fueron a tomarse una foto, pero sobre todo con las ganas truncadas por la prisa de aquellos que quisieron regresar.