Home Nuestra Palabra Javier Peralta PRI, ¿será posible la unidad?

PRI, ¿será posible la unidad?

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PRI, ¿será posible la unidad?

RETRATOS HABLADOS

La unidad en un partido político como el PRI, resquebrajado hasta la médula, no se logra por decretos ni buenos deseos. Es fruto del tiempo, de muchos años para consolidarse, pero también se pierde en poco tiempo si, quien les ganó la partida, sabe provocar las traiciones, las desconfianzas, pero sobre todo las ambiciones y las soberbias.

Porque el momento histórico que vive el Revolucionario Institucional en Hidalgo, al cumplir 94 años de haber sido creado, -prácticamente los mismos que conservó en sus manos el Poder Ejecutivo de la entidad-, resulta sin duda un momento propicio para la autocrítica real en dicho instituto político, y una reflexión sincera de sus integrantes en torno a las razones muy profundas de la derrota sufrida el año pasado.

Y en ese tenor sería fundamental observar el camino que ahora ex priístas de muy mediano perfil tomaron, siempre producto de la ambición y la soberbia. Ambición por crecer políticamente a costa de lo que sea, soberbia por estar ciertos que eran piezas clave en una maquinaria, y hacer creer a quienes los aceptaron, que era cierto.

El Revolucionario Institucional en sus buenos tiempos, trabajó con tiento, la estrategia de atraer a sus filas a personajes de la oposición que sucumbieron a los dos pecados capitales señalados, y también logró colocar en el bando opuesto a personajes que le valieron la tranquilidad y la despreocupación.

No es un arte inventado por el tricolor, sino por la misma política, que así se ha manejado por los siglos de los siglos.

Es así que el llamado realizado por Julio Valera Piedras, dirigente en la entidad del PRI, para levantar la cara, ponerse a trabajar y por sobre todas las cosas, impulsar la unidad, pareciera una prédica en el desierto, cuando el enfrentamiento interno en el plano nacional crece, se agiganta, y amenaza con pulverizar al otrora invencible tricolor.

Convertido en oposición desde septiembre del año pasado, el priísmo del Estado, sabe que no puede ir a ninguna parte si antes no se soluciona, de una vez por todas, la lucha entre el dirigente, Alejandro Moreno, y todos los demás, sean senadores, diputados o gobernadores emanados de ese partido.

A nadie conviene una oposición como la que hoy da risa a Morena.

Son años, sin duda, de regocijo, de triunfos al por mayor para los morenistas, pero todo sabemos que, en 2024, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, dejará de ser el imán casi embrujador que atrae votantes para su partido y candidatos.

Contra todo lo que se crea, no es lo mismo el movimiento morenista y el movimiento priísta. El primero es toda una epopeya que tiene su base única y fundamental en un solo hombre, un solo nombre. Es decir, pertenece a la primera década de las más de nueve que instauró todo un sistema de gobierno y poder: el del PRI.

El segundo, el priísmo, descubrió a tiempo, que la era de un solo hombre dura poco, y por ello debe transformarse en una gigantesca maquinaria, una institución a prueba de todo y todos.

Esa es la ventaja del tricolor, porque pese a todos los malos augurios, a una realidad que le vaticina una muerte definitiva, nadie en su sano juicio puede decir que es un instituto político que caerá al primer golpe, al primer encuentro perdido.

Pese a sus mismos dirigentes, a sus fantasmas que se niegan a partir, se trata de una verdadera institución con estructura, con maquinarias que caminan incluso sin la presencia de quienes las crearon.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

Twitter: @JavierEPeralta